Debemos aprender a dialogar, y esto no significa instruirse en un amplio vocabulario y mantener incesantes conversaciones. Dialogar implica aprender a ser objetivo, consecuente y respetuoso. De este modo, legitimaremos la riqueza lingüística, fundamental para cerciorarse de la aprehensión de la realidad política, económica y social en la que convergemos. Por ello, la oratoria preludia el progreso patrio de cualquier región.

La oratoria, o más bien elocuencia, es una herramienta fundamental para sosegar al pueblo sin necesidad de vanagloriarse de verbosidad, pues ésta es fácilmente reconocible. Así pues, para repudiar el engaño, la farsa y la imposición ideológica, es necesario fraguar y acrecentar una disparidad pertrecha lingüística. Para hacerlo, es necesario el enardecimiento y evitar la obcecación ciudadana frente a la disparidad segregacionista (entendida ésta como la acción llevada a cabo por las élites frente al pueblo llano).

Gracias a la oratoria y no a la locuacidad, logramos comprender la realidad en que nos situamos: evitamos el engaño, el lucro económico derivado del político y acrecentamos la cultura popular. Forjando así un sendero hacia el progreso interpersonal, social, económico e ideológico.. Chema Navarro Sanchis. València.