Pablo Iglesias dijo en su día en el Congreso que los policías eran en general unos «matones». Después, también le escuché despotricar de la actuación policial en Cataluña, aunque fue obedeciendo las órdenes de fiscales y jueces contra las ilegalidades continuas de los independentistas y sediciosos en Barcelona. Y cuando en Zaragoza, en aquella reunión de Unidos Podemos y otros correligionarios, dijo sentirse desprotegido ante las protestas contra esa reunión, como ellos son bolcheviques, estalinistas y comunistas, tuvieron frente a personas que con banderas españolas,y que ellos llaman fascistas, aunque otros expresan que son patriotas. Sería gracioso decir fascistas a toda la muchedumbre constitucionalista que ha llevado y lleva banderas españolas, que las han puesto en balcones, cuando otros llevan esteladas y queman la enseña nacional continuamente.

Aquellos patriotas fueron a criticarles su defensa de la ruptura de España porque estaban defendiendo a los independentistas. Y claro, fue corriendo Iglesias a pedirle a Rajoy que le enviase a la policía. He aquí la conveniencia e incongruencia del político: que esa policía a la que llama siempre represora, va a darle seguridad y protección, en su interés personal, y para evitarle que algunos manifestantes le increpasen más de cerca y le dijeran las verdades que a Pablo Iglesias no le gusta escuchar. O sea, esa policía a la que tanto critica entonces sí le convino que viniesen a protegerle a él. Así es la vida. Francisco Javier Sotés Gil. València.