Los datos publicados por el Departamento de Seguridad Nacional, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) y el Servicio de Inmigracion y Control de Aduanas (ICE), referidos al año 2017, muestran cómo la situación ha cambiado con respecto al año pasado y al Gobierno precedente de Barack Obama. Si, por un lado, disminuyeron las detenciones de inmigrantes, por otro, se incrementó el número de niños arrestados que viajaban solos y el de los detenidos que viajaban con su propia familia.

¿Pero cómo tenemos que evaluar estos datos? ¿Son la imagen de la victoria de la mentalidad cerrada y discriminatoria de Donald Trump o tienen un sentido más profundo?

Gracias a los varios datos publicados por las agencias nombradas anteriormente, podemos constatar que -por un lado- desde la llegada a la Presidencia de EEUU de Donald Trump inició el llamado "fenómeno Trump", por lo cual las cifras de llegadas clandestinas han venido descendiendo significativamente; sin embargo, por otro, se registra un aumento del número de niños y de familias detenidas. Personalmente, me parece justo y objetivo analizar más profundamente estos datos, que muestran cómo la gran mayoría de los arrestados proviene del llamado Triángulo Norte de Centroamérica -o sea, Guatemala, Honduras y El Salvador-, países históricamente pobres y poco desarrollados desde el punto de vista económico. Además, en los utimos años, dentro de este Triángulo ha venido creciendo el número de asesinatos y de muertos a manos de bandas y organizaciones criminales, como muestra el reportaje de International Crisis Group (ICG).

Gracias a estos factores diferentes podemos comprender y reflexionar sobre el porqué ha aumentado el número de niños que viajan solos y el de los individuos que lo hacen junto con su familia, muy probablemente exasperados por la situación extrema y desesperada en la que tenían que vivir en sus países de origen. En mi opinión, para resolver estos graves problemas de inmigración y emigración, que afectan a la globalid del planeta de diferente forma y no solo a la frontera entre EEUU y México, tenemos que sensibilizar a los países más ricos y a las organizaciones mundiales para desenredar la madeja: por un lado, ayudando a los países con dificultades económicas y sociales para que consigan mejorar su calidad de vida y, por otro, combatiendo a las organizaciones criminales, sin limitarse a construir y financiar proyectos para alzar muros inútiles y demasiado caros que, al final, no resuelven la causa raíz del problema.