Recientes estudios nos muestran que en Europa una de cada tres mujeres ha experimentado agresiones físicas o sexuales, pero sólo el 34 % se atreve a denunciar. Esto demuestra que la cultura del silencio no sólo impregna nuestro país, sino todo el continente. Esa cultura del silencio es la que desde la infancia inculca a las mujeres que no deben gritar, no deben sublevarse, no deben hacerse oír, nunca deben hablar más alto que un hombre, por el simple de hecho de haber nacido con sexo femenino.

Vivimos en una sociedad que aplaude a los hombres que luchan y defienden sus opiniones, mientras que intenta enterrar a las mujeres que tratan de destacar. «No la escuches, no sabe lo que dice, es mujer». Estas palabras se seguirán pronunciando a pesar de que ella tenga más de mil diplomas y experiencias vividas.

No podemos quedarnos de brazos cruzados, debemos hablar de ello y animar a las mujeres a gritar. Tenemos que crear una atmosfera segura para que nosotras podamos hablar, que nos asegure que se nos escuchará. Enseñemos a nuestras niñas a hacerse oír y a los niños a escucharlas, porque indudablemente merecen ser oídas. Defendamos y apoyemos a las adultas para que se hagan oír, ya que no tuvieron la oportunidad de hacerlo cuando eran pequeñas. Nunca callemos ante una situación de injusticia patriarcal y hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que nunca más se repita. Si cada persona animara a las mujeres de su vida a hablar, el mundo sería un lugar mejor y aunque no solucionaría todas las inhumanidades que provoca diariamente el patriarcado, sería un paso hacia la igualdad. Aunque sea difícil cambiar el pensamiento de millones de personas, vale la pena intentarlo. Paula Moya Torres. (Alumna de 1º de Bachillerato del IES Albal) Albal.