¿Dónde vas? Cuando fijé mi atención en el contenido del monumento fallero, tentada estuve de imprimir octavillas y repartirlas, por la gran lección de historia de València ciudad desde su fundación romana: Valentia, presagio de las fallas patrimonio de la humanidad. Fue Balansiya durante la administración musulmana que en el Reino de Valencia fundamentó las actuales fiestas de moros y cristianos. El Cid, al servicio del rey moro de València, a la muerte de su señor, como no era rey, no pudo ser rey de Valencia la grande. Muerto el Cid, la grande pasa de nuevo a manos árabes hasta la venida del rey Jaime, y con él València dejó de ser mora y se hizo cristiana: a los Iben Al-Abar, Russafi€ le siguieron los Ausias, Joanot, Jordi, Isabel€ con todos esos extraordinarios escritores, la lengua hablada de los valencianos, el valenciano, alcanza su Siglo de Oro.

La falla muestra una espléndida biblioteca, envidia y deseo de un muñeco cagón. Sin pretensión de ofender a nadie, recuerda la famosa figurita del caganer. Y no olvidemos que el Cid, en sus funciones de señor de la guerra, hizo correr, apresó y perdonó la vida a Berenguer II en una incursión del conde al Reino de Valencia. Aunque algún pan de miga dudosa, como que no quiere reconocer los hechos, despectivamente diga: «Va, es una falla». Una falla, sí, pero la comisión fallera de Luis Oliag-Obispo sabe dónde va. Ahí está el premio al llibret. ¡Felicidades! Inés Guijarro Sanmartín. València.