¿Qué debemos hacer con los criminales y con los delincuentes? Nos encontramos ante una de las grandes preguntas de la actualidad y a la vez con uno de los principales debates que se plantean en nuestra sociedad. Y es que todas las opiniones se resumen en dos respuestas completamente opuestas entre ellas: la gente que está a favor de la pena de muerte, y por contrario, los que están en contra y creen que la solución no debe pasar por la regla del 'ojo por ojo, diente por diente'.

Mi opinión es firme, clara y concisa. Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a una persona, independientemente del delito que haya cometido. La violencia solo genera más violencia, y es que si condenamos a pena de muerte a un asesino, estamos repitiendo justo el acto por el que le acusamos. Con el ejemplo queremos enseñar que no hay que matar, y ¿cómo lo hacemos? ¿matando? Parece que dicho así suena algo contradictorio e hipócrita, pero creo que es el ejemplo que mejor define esta práctica legal todavía presente en 58 países del mundo. No creo que sea necesaria la pena de muerte pudiendo condenar al delincuente con la cadena perpetua.

La justicia y la cuestión económica son los dos principales argumentos de los que se sitúan a favor de la pena de muerte. Creo que por encima de la justicia y de cualquier ley está la ética y la moral, tanto individual como colectiva. Una ley rígida y estricta nunca podrá ser completamente justa porque cada situación es un mundo y existen muchas diferencias que hacen un caso infinitamente diferente de otro. Inconscientemente, siempre hay un componente subjetivo en la decisión.

En el ámbito económico los datos son claros. Al argumento de 'no quiero pagarle un techo y comida a un delincuente con mis impuestos', tengo que decir que la pena de muerte es tres veces más cara que mantener a los presos en la cárcel hasta el fin de sus días. Pagando con tus impuestos el coste de una inyección, te estás convirtiendo en responsable de una muerte y a la vez culpable del hecho que condenas.

Leer los principales procedimientos de ejecución utilizados en la pena de muerte asustan e incluso llegan a poner la piel de gallina. Algunos de ellos son la inyección letal de drogas por vía intravenosa, la electrocución en la silla eléctrica, la cámara de gas, la horca y el pelotón de fusilamiento.

Si lo que se busca es castigar al criminal por el delito que ha cometido, condenarle a pena de muerte es hacerle un flaco favor.

¿Por qué gastar dinero en una silla eléctrica que acabe con la vida de una persona antes que invertir ese dinero en reconvertirla? ¿No será más productivo tanto a nivel social como personal?

Siglo XXI y todavía creemos en la ley del talión, que aplica a la persona que ha causado un daño la pena de sufrir el mismo daño que ella provocó. Debemos cambiar de mentalidad o nuestra sociedad estará dando cada día un paso en marcha atrás. Por encima de cuestiones económicas, de justicia o de ideologías, debemos ser críticos y ante todo, humanos. Todo el mundo tiene derecho a vivir por el simple hecho de haber nacido. Y por el contrario, ninguna persona ni Estado debería tener el poder para decidir si quitarle la vida a otra persona o no.

La pena de muerte no hace justicia, fomenta la venganza.