Últimamente, en algunos países -incluido el nuestro- se estudia legalizar la eutanasia, es decir, facilitar morir con dignidad ante situaciones terminales dolorosas. Cuando universalmente se acepta que los veterinarios procedan con la eutanasia en animales que irremediablemente sufren, algunos políticos reivindican que al ser humano -animal racional- se le debe mantener en vida aun retorciéndose con inaudibles alaridos. Recientemente, el científico David Googall, con 104 años y completamente lúcido, solicitó la eutanasia en Suiza, nación que la permite por una sustanciosa cuantía. Matusalén supuestamente vivió 969 años y, por tanto, el sacrilegio realizado con David ha impedido el posible milagro de que continuase otros 865 años más con su ardua tarea; pero David posiblemente padecía el insoportable dolor de no aportar ya nada a la Humanidad y su familia así lo debió entender. Los eutanásicos desconocidos que no pueden costearse una clínica Suiza por lo visto tendrán que padecer el irremediable dolor de la enfermedad incurable, incluida la decrepitud. Como en los cuentos de terror, quienes crean en el más allá y con sus actitudes impidan que a la gente de bien se le facilite morir en paz y sin dolor podrían padecer las maldiciones más perversas. ¿No creen? Benedicto Torres. València.