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Con la llegada de las altas temperaturas, es muy frecuente que se acuda a la playa para tomar el sol y broncearse, después de un largo periodo de tiempo en que la piel no ha estado expuesta a las radiaciones.

Obviamente, en estos casos, deben utilizarse protectores solares adecuados al tipo de piel de cada persona (previa consulta con el médico o farmacéutico) en cantidad suficiente, utilizando gorras (especialmente en el caso de los niños) y procurando beber agua en abundancia para evitar la deshidratación.

Con todo, debe recordarse que las cremas solares, y con independencia del índice de protección que presenten, no impiden completamente el paso de las radiaciones ultravioleta, por lo que deben extremarse las precauciones en aquellas personas de piel sensible, recordándose que -en cualquier caso- una exposición excesiva siempre resultará perjudicial. De todas formas, el producto utilizado deberá proteger tanto para los rayos UVA como para los UVB, ya que ambos son nocivos para la salud humana.

Conviene tomar el sol de forma gradual, de manera que no se superen durante los primeros días los veinte minutos, aumentando progresivamente el tiempo de exposición.

Las mejores horas para broncearse son las primeras de la mañana y las últimas de la tarde, debiendo evitarse las situadas entre las 12.00 y las 16.00.