Los futuros manuales de historia provincial podrían acuñar el término "martinato" para definir una etapa de transición situada en el tramo final del "fabrismo", caracterizada por el vacío de poder en la diputación y la vocación viajera de su presidente en funciones. Prueba de esto último es la apretada agenda de Francisco Martínez desde que asumiera el mando de la institución de manera accidental en sustitución de Carlos Fabra. En estos tres meses, Martínez ha protagonizado cerca de 60 actos públicos, que le han llevado a recorrer, de norte a sur y de este a oeste, la escarpada geografía castellonense.

En apenas 90 días, el también alcalde de la Vall d'Alba ha inaugurado una decena de depuradoras, ha visitado ferias agrícolas, ha asistido a primeras piedras y estrenos de obras, posando con cargos públicos de diferente signo político. Ha asistido a procesiones, comidas con jubilados y amas de casa, festejos taurinos y fiestas populares, entre otros eventos. Cualquier ocasión merece que Martínez se desplace en coche oficial al municipio de turno acompañado por el fotógrafo de la diputación. Según dicen, su agenda triplica la cifra de actos que tenía habitualmente Carlos Fabra, aunque éste rebajó la actividad en los últimos meses como consecuencia de sus problemas de salud.

Hay quien considera que el afán de protagonismo de Martínez tiene que ver con un intento de promocionarse de cara a las próximas elecciones, de mantener su espacio político y cuota de poder. Sin embargo, otros advierten de que mientras Martínez se encuentra de visita otros llevan los hilos de la institución provincial. El gobierno en la sombra lo forman el vicepresidente Vicent Aparici y la diputada Esther Pallardó. Ambos tampoco han escatimado esfuerzos para tener repercusión pública, eclipsando al resto de miembros del equipo de gobierno. Aunque, de un tiempo a esta parte, Aparici se ha apartado de la primera línea, probablemente por las críticas que despierta su gestión de las basuras.

El reverso de la moneda de este trasiego viajero del presidente en funciones es el vacío de poder en la diputación, que ha perdido el papel de centro político de la provincia que tenía con Fabra. La institución se limita ahora a gestionar asuntos rutinarios, sin impulsar acciones de calado.

Mientras el presidente en funciones de la Diputación, Francisco Martínez, lleva una agenda frenética, la actividad en el PP castellonense es muy escasa. Desde que Fabra delegara sus responsabilidades políticas hace tres meses, sólo ha habido diez actos en la sede provincial del partido conservador. En todo este tiempo no se ha reunido el comité ejecutivo ni la junta directiva provincial, máximos órganos del partido entre congresos.