De la Plaza de las Aulas a la Plaza Mayor, pasando por las calles San Luis y Enmedio. Del corazón de los albinegros al corazón de la ciudad. Alrededor de un millar de aficionados se manifestó ayer en Castelló contra Castellnou, su gestión y su enquistamiento en el club de La Plana. La afición exhibió músculo y reiteró su mensaje coherente. Muera Castellnou, viva CD Castellón.

La marcha cristalizó en un particular ejercicio de orgullo. Y es que son tiempos convulsos para el albinegrismo, a escasos días del final de plazo federativo para evitar el descenso administrativo, tras una temporada de una dureza hostil para el aficionado. Contra el vértigo, el acto devino en un bálsamo sanador, en una reafirmación de la identidad duradera de una de las aficiones más maltratadas –por sus propios dirigentes, a menudo– que se conocen. Asumida a regañadientes la farsa continuista del pasado verano, sin apenas alegrías en el césped, siempre lejísimos del ascenso, la afición ha visto desfilar con una mezcla de asombro, ilusión y escepticismo un catálogo variado de deseos de compra y anhelos de venta que, con el paso de los meses, han abocado al CD Castellón a una situación límite. En caso de no pagar lo que se debe a los jugadores –medio millón de euros– antes de las 12.00 horas del 30 de junio, el conjunto albinegro bajará a Tercera. Y una vez consumado el descenso, el blanco de la camiseta desaparecería, para teñirlo todo de negro.

Sufriendo por costumbre una espiral de palo y zanahoria, si algo ha demostrado la afición castellonense es capacidad de supervivencia, y consciencia de sí misma. Contra la inercia, la casi milagrosa resistencia albinegra se gesta en la burbuja militante, allá donde germinan las iniciativas. Espoleado por la rabia y la esperanza, Sergio Sánchez, un aficionado inquieto, canalizó la incertidumbre de todo el colectivo y convocó la manifestación a título personal, a principios de semana. «Muchos te vieron nacer, nadie te verá morir», era el verso libre de la protesta. La respuesta adhesiva no se hizo esperar. Individual y colectiva. De centenares de aficionados en las redes sociales, en el boca a boca, en foros diversos. De los medios de comunicación, sin fisuras. De las asociaciones más representativas: peñistas, accionistas, veteranos. En la teoría los «orelluts» se volcaron y en la práctica fueron consecuentes. Obviando el calor y las tentaciones propias de los viernes estivales, varias generaciones de castellonenses salieron a la calle unidas por su club.

En el recorrido, alrededor de un millar de asistentes y varias caras conocidas. La de ex futbolistas, como Pedro Alcañiz y Javier Ibeas, que ya estuvieron presentes en la anterior convocatoria del mes de abril, o Pascual Beltrán. La de ex directivos, también, como José Luis Alé. Y la de representantes del actual organigrama de la cantera del club, como Pedro Pino. Unos y otros compartieron fe y preocupación.

Durante la cita, los albinegros alternaron los cánticos exigiendo el adiós de Castellnou con los de apoyo a su equipo. Ya en la plaza Mayor, frente al ayuntamiento, Sergio leyó el comunicado de cierre. Dio las gracias a los presentes y a todos los que hicieron posible esta espontánea reivindicación de albinegrismo. Demandó la venta inmediata del club y la situación insostenible que vive la entidad. Sergio concretó el pensar generalizado, la desazón ante tantas mentiras y promesas que no se cumplen, al reclamar «un Castellón del que sentirse orgulloso». Sus palabras encontraron como réplica la ovación, primero, y el enésimo canto del Pam, pam, orellut, después. Las palmas resonarán en las conciencias.