El CD Castellón está en Tercera. El porvenir del club de La Plana se desmorona por un precipicio de difícil freno. Castellnou decidió ayer recurrir el dictamen de la Comisión Mixta AFE-RFEF que certificó el descenso administrativo por impagos. Nadie pagó lo que se debía. Nadie se ofreció a ello. Descartada la primera vía, se iluminó durante horas la esperanza gracias a la veloz gestión administrativa del Juzgado de lo Mercantil de Castelló, que aceleró el proceso preconcursal. La providencia del juez llegó a tiempo. Mediada la tarde, sin embargo, se cumplieron los peores pronósticos. No hubo piedad para el CD Castellón. Y no hay quien se atreva a garantizar su futuro. Está en Tercera, y tiene 72 horas para alegar y evitar que el batacazo sea definitivo. A su vez, el entorno de Blasco filtró a última hora la venta por dos millones al grupo Maganto que, a través de su interlocutor Isidro Flausino, confirma la negociación y, al cierre de estas líneas en declaraciones a Juanfran Roca, estar «cerca de un acuerdo». Los políticos, en cambio, sobre la medianoche, niegan tener constancia alguna.

El de Maganto fue el último giro de una jornada intensa en emociones y acontecimientos. De buena mañana, periodistas y aficionados hicieron guardia a las puertas del estadio Castalia, a la espera de noticias. El ir y venir de llamadas y notificaciones fue continuo. La insoportable humedad acentuaba la sensación de angustia. El Castellón se escurría por una rendija. De la constatación, a medida que se acercaba el plazo del mediodía, de la inexistencia de un pago salvador de última hora, se pasó a la incertidumbre respecto a la ansiada tramitación por parte del juez de la ley preconcursal, la baza postrera que debería evitar el descenso. El juez Carlos José Nuñez López firmó la providencia. Con ella, aseguraban los interesados, acogiéndose al polémico artículo 5.3 de la Ley Concursal, el club ganaba cuatro meses de moratoria para negociar con sus acreedores. Pero, por contra, el paso de las horas frenó la contenida euforia inicial. Los malos presagios sacudieron Castelló cuando la Comisión negó la salvación y trastabilló el plan genuino que lidera Miguel Pastor.

Así, Castellnou coronó su pulso con las instituciones, llevándolo al extremo definitivo, soportando con cuajo la presión que gestó la afición durante meses. Cabe recordar el trayecto de Blasco, Osuna y compañía por Castalia. También su llegada, cuando, meses antes del ascenso de 2005, y pese al interés de otros grupos compradores de la provincia, el ex presidente Antonio Bonet decidió venderles el club. La paulatina mejora deportiva del Castellón viró al truncarse el proyecto del nuevo estadio. Castellnou cerró el grifo y comenzó el imparable declive. Blasco ganó margen y consolidó argumentos tras el descenso a Segunda B, en 2010, cuando prolongó la venia política a cambio de apartar a Osuna del escaparate. Al tiempo, para rematar, se fulminó gran parte del arraigo social. A partir de esa maniobra, el consistorio fue a remolque, incapaz de propiciar la marcha de Castellnou, que insistió hasta la última curva en pedir un precio desmesurado por el rescate de un club sin apenas valor real.

El embrollo, en definitiva, ha desembocado en el desplome de un club histórico, atravesado por una estaca mortal. Se consintieron en su día las causas, se lloran ahora las consecuencias. Junto al herido, la afición clama con rabia e impotencia, intentando comprender el porqué, aguardando un milagro inverosímil.