Javier Cabello, entrenador del CD Castellón, observa la noche venir y la espera con serenidad torera, sin resignación pero con realismo, sin dramas pero sin exceso de optimismo, consciente de que su continuidad en el banquillo albinegro pasa por la conjunción, a corto y medio plazo, de una serie de elementos de complicada probabilidad. Debe ganar el domingo al Alzira y debe esperar que el máximo mandatario, Fernando Miralles, sobreviva a las olas que se avecinan. El problema de Cabello para desarrollar su proyecto en Castalia es, pues, doble. No sólo depende de lo deportivo, donde ni llegan los refuerzos convenidos ni se remonta el vuelo en la tabla, que es de lo que se centra al hablar. También depende y pende del hilo institucional.

Mientras se acerca el examen del domingo, el vestuario se esfuerza por ofrecer una sensación de normalidad. Algo que no es sencillo, por los impagos y demás, algo que cuesta de veras, palpable la sensación de animadversión en un entorno cercano a la combustión, que bordea un nuevo incendio. Incluso, en un hecho insólito, la Federación de Peñas pidió en un comunicado oficial la cabeza del técnico, al que ya han defendido en público sus capitanes durante los últimos días. Cabello, tal y como ha hecho desde la primera mañana que pisó Castalia, cuando tuvo que tejer un equipo a base de retales, cuando tuvo que aportar cordura entre la histeria y la confusión, prefiere reducir su discurso a "lo que podemos controlar". Esto es, el juego del fútbol y sus avatares.

"No sé si una final, pero sí es uno de los partidos trascendentales de la temporada", dijo Cabello, en referencia al encuentro de mañana en Castalia con el Alzira (17.00 horas). Un encuentro contra uno de los máximos rivales en la pelea por terminar el curso en los puestos de promoción,que ahora ocupa. "No nos podemos permitir perder", abunda. "Sin duda se nos complicaría todo mucho pero no sería el fin, porque esto es muy largo", matiza.

Ansias de revancha

El Castellón deberá canalizar muchas emociones el domingo. Por supuesto, por el propio partido en sí, consciente el vestuario de lo que hay en juego. Después, por la amenaza de destitución de su entrenador y, además, por el resultado del partido de la primera vuelta, que terminó con un doloroso 5-0 en contra. "Lo hemos hablado desde el principio de la semana. Con el Alzira tenemos una espina clavada, y queremos sacárnosla para demostrar que aquello, además de servir para recordar por lo que ha tenido que pasar este equipo, fue un accidente".

Cabello, que afirma sentirse "cuestionado, pero por mí mismo, intento ser exigente y cada vez que pierdo me cuestiono", evitó excusarse en las bajas por sanción de sus dos centrales titulares (Héctor Peña y Andrei Blyndu), y lanzó un guante a sus sustitutos: "es una situación difícil pero hay gente trabajando para demostrar el domingo su valía".

Por último, también aludió al trabajo frente a las críticas, incluso a la del mentado comunicado de las peñas. "Siempre hemos dicho que estamos para incidir en lo que podemos controlar. Y lo que podemos controlar es trabajar con honestidad, con dedicación. Centrarnos en trabajar bien. Cada uno es libre de opinar, pero a todos nos gusta que nos traten con el respeto que nosotros empleamos", resumió.