La truficultura es un negocio que mueve mucho dinero y que tiene sus propios mercados. Un negocio que lleva a empresarios emprendedores a adaptar terrenos y arbolado para producir este hongo, tan apreciado por los "gourmet", lo que hace que la mayoría de los rodales estén en manos privadas. Sin embargo, lejos de ser un negocio privado, también beneficia a algunos ayuntamientos de la provincia. Y es que el aprovechamiento de los montes públicos les permite obtener unos ingresos extra, aunque no cuantiosos. Es el caso de Morella, Vilafranca o El Toro. Todos ellos rentabilizan sus carrascales licitando su explotación a cambio de un canon anual.

Morella aprobó recientemente sacar a licitación el aprovechamiento trufícola del monte Carrascals, como también tiene otorgada la explotación en la Vallivana. Logra así un doble objetivo: rentabilizar económicamente el espacio y conseguir que el gestor cuide y mantenga la masa forestal, ahorrándose la limpieza.

Ingresos

La concesión de la explotación por cinco años reportará a Morella un canon fijo de 1.000 euros anuales o una cantidad variable en función de la cantidad extraída, como recoge el pliego de condiciones. El tope de trufa a recolectar queda fijado en 10 kilos.

El alcalde de Vilafranca, Óscar Tena, confirma que también han hecho una concesión para explotar este hongo en los montes públicos de la Sierra Negra y el Bovalar. Las condiciones de gestión son similares a las de Morella y los ingresos municipales fluctúan en la misma franja.

Tena reconoce que "no son ingresos cuantiosos, pero son bienvenidos y permiten sumar. En todo caso, lo más importante es que el concesionario se encarga del mantenimiento del monte y nos evita alguna que otra limpieza de la zona". Una zona con valores paisajísticos presidida por masas de carrascas, un entorno en el que se puede encontrar este preciado recurso natural.

En su momento la Todolella fue uno de los puntos en que se generaba gran producción trufera, pero el efecto devastador del incendio acabó con el arbolado y dañó el hábitat de la trufa. También en el Maestrat, Ares es un punto en el que la administración pública, en este caso la Diputación de Castelló plantó carrascas micro-rizadas para cultivar trufa con fines de estudio inicialmente. Y el proyecto, según afirman alcaldes de la zona, funciona. En el Alto Palancia y en el monte Palancar de El Toro también se dan las condiciones precisas para que se reproduzcan las trufas y generen un aprovechamiento.

Paralelamente son múltiples las citas gastronómicas con la trufa como reclamo, lo que genera, además un turismo gastronómico añadido. De ahí que municipios como Benassal proyecten sus centros de interpretación trufera.

Mientras, los consistorios del interior también le sacan partido a sus montes con la concesión, aunque en este caso de los pastos o para usos apícolas o cinegéticos. Unas licencias que también les reportan ingresos extra.

Y es que aunque es el mercado el que marca el precio, los expertos detectan una tendencia alcista en la trufa, por la que se suelen llegar a pagar entre 200 y 850 euros por cada kilo. El valor de la trufa en manos de los recolectores y truficultores españoles estaría entre los 2,5 y los 10 millones al año.