Fieles a la tradición, miles de vecinos Vila-real y visitantes procedentes de otras localidades cercanas no faltaron ayer la cita con la tradicional feria de Santa Catalina. Este evento, declarado como de interés turístico provincial desde hace un par de años, anuncia la proximidad de las celebraciones navideñas en la ciudad y pone al alcance de los vecinos todo tipo de productos típicos de estas fechas, desde dulces a turrones o figuras para el belén pasando por juguetes para los más pequeños.

Este año la cifra de puestos fue menor a la del año anterior, con unas 230 paradas frente a las 290 de 2012, una merma que responde al filtro que se ha hecho para preservar el espíritu y la esencia de esta celebración. De todas formas, los comerciantes estaban satisfechos por la respuesta de la gente. "Es el quinto año que venimos. Gente hay y esta feria, para nosotros, está muy bien. No tenemos queja", señalaba este vendedor de belenes de Eslida. Tampoco faltaron a la cita otros vendedores locales que desde hace 37 años y con el recuerdo de aquellos que iniciaron la actividad, venden frutos secos y dátiles, entre otros productos.

La feria más antigua y arraigada de la ciudad volvió a discurrir por el entorno de la plaza Mayor y la de la Vila, las calles Mayor Sant Doménech, Raval del Carme y Barranquet. Las entidades sociales y ONG de la localidad también tuvieron un sitio privilegiado en este mercado, ya que instalaron sus paradas en la plaza Mayor de la localidad, a excepción de unas pocas que solicitaron otra ubicación. Allí dieron a conocer su labor y sacaron a la venta productos para recaudar fondos con el fin de realizar diferentes proyectos. Tampoco se perdieron esta tradicional cita anual, que siempre se vive con emoción en Vila-real, paradas tradicionales como la tómbola, las churrerías o el paseo el poni.