Querido Carlos:

Te escribo porque he pensado que hoy es un día tan bueno como cualquier otro para darte las gracias, con mayúsculas, por el cariño y la amistad inquebrantable que me has brindado durante estos ocho años. Primero, porque me apetece, segundo porque lo mereces, y tercero... porque sospecho que pocos más lo harán. La vida es así de injusta. Los que antes coreaban tu nombre han enmudecido, los que antes peleaban por salir a tu lado en la foto... las esconden de las mesas de sus despachos. De esos mismos despachos en los que tú los pusiste, por cierto. No importa, allá ellos con sus conciencias, pero si en Roma no se pagaba a los traidores€ tampoco en La Plana. Tiempo al tiempo.

No hay ninguna referencia en este escrito a cuestiones judiciales, morales o políticas. No es mi estilo. Nunca lo ha sido. No soy juez, ni político, sólo un periodista que lleva 20 años correteando por estudios de radio, redacciones de periódicos y platós de televisión. De todos los colores e ideologías políticas. Los 8 años que trabajé en la Ser era un «roig filll de puta» y cuando lo hice para tí un «facha cabró». Supongo que eso me convierte en un periodista de centro, ¿no? De todos modos ya es un poco tarde para cambiar porque, como decía Sabina, «aún me excita mi oficio». Esta carta va de otra cosa, habla de sentimientos y vivencias. Quizás me cueste 2 años y medio más de ostracismo profesional en Castelló, pero te aseguro que sale barato comparado con una deslealtad eterna.

No caben en estas líneas, pero sí en mi memoria y en mi corazón, todo lo bueno que has hecho por mí y que nunca olvidaré mientras me quede un aliento de vida. Siempre confiaste en este juntaletras, desde el principio en lo personal, y de inmediato en lo profesional como nunca nadie lo ha hecho. Nunca es nunca. Has sido el mejor patrón con el que he navegado y, como bien sabes, algún que otro barco he tripulado con bandera periodística. Nunca trabajé para ese señor tan terrible y malvado que sale en las noticias de La Sexta. A ese no lo conozco, nunca me lo he cruzado por los pasillos del palacio de Las Aulas ni he viajado con él por los 135 municipios de la provincia. Yo siempre me he encontrado a algo más parecido a un padre comprensivo y dialogante. Siempre es siempre. Lo siento por tus detractores, es lo que hay.

No lo he contado nunca, pero hoy lo voy a hacer y me vas a perdonar esta pequeña licencia. Un mes antes de que me nombraras Jefe de Prensa de la diputación un alcalde que no merece ser nombrado aquí ya te pidió mi cabeza. Joder, ¡antes de que me nombraras! Yo, sinceramente, pensé que iba a pasar a la historia como el «casi Jefe de Prensa» más breve en los 200 años de historia de la diputación. Pero tú te negaste, habías confiado en mí y no me conocías de nada. Desde entonces te pidieron esa misma cabeza unas 175 veces. Verbalmente y por escrito. Por tierra, mar y aire. De lunes a domingo e incluso festivos. Y además lo hacían personas que tenían el armario tan lleno de cadáveres que podrían haber montado un tanatorio particular. Incluso te lo pidieron cuando mi mujer estaba embarazada de 8 meses (la política no entiende de sentimientos). Supongo que para que mi hijo naciese no con un pan bajo el brazo... sino con un padre en el paro. Pero te negaste, una y otra vez, a lo largo de los años. Gracias de nuevo, Carlos. También en nombre de Nicolás.

Sabes que colecciono defectos, pero la cobardía y la traición no se encuentran entre ellos. Por eso te acompañaría hasta el mismo infierno o hasta las puertas de la Ciudad de la Justicia Celestial. Sólo tienes que decirlo. Lo hice una vez y lo volvería a hacer. Siempre podrás contar conmigo para lo que necesites tanto tú como toda tu familia, especialmente Andrea, a quien sabes me unen vínculos casi tan sagrados como los tuyos. Intentaré aportar mi granito de arena para cuidar de ellos, aquí fuera.

Hay gente que piensa que una cárcel es el peor lugar del mundo donde puede estar alguien. Se equivocan, hay sitios mucho peores. Por ejemplo las cárceles del alma donde se agolpan los traidores que hoy reniegan de tu nombre. De esas celdas no se sale en un año, te acompañan toda la vida. Hasta el infinito y más allá que diría Buzz Lightyear. Quizás incluso más.

Ahora te dejo, voy a repetir estas líneas en una carta que quiero mandarte de mi puño y letra. Quiero que sea la primera que recibas, aunque estoy seguro que no será la última. Me dicen los compañeros (sigo teniendo amigos en la profesión) que Aranjuez era el secreto mejor guardado. No tenía ni idea, me lo han preguntado 600 veces esta última semana. Tampoco lo hubiese dicho. Buena elección. Entre el Tajo y el Jarama, un motín de consecuencias nefastas y un concierto inolvidable. Quizás demasiado lejos para mi gusto de esa autopista de la historia, llamada Mediterráneo, a la que has dedicado media vida y que protagonizó tantos de nuestros discursos. Un paraíso de letras y aroma de azahar en el que sólo habitábamos tú y yo. Nadie podía entrar ahí. Acceso reservado.

Ahora mismo estoy leyendo ese que tú sabes. Sí, nuestro favorito. El que acaba diciendo que «puede que llegue un día en el que haber crecido a la sombra del Penyagolosa y tener a las Columbretes como centinelas no importe mucho... pero no será hoy». Y lo hago apurando una copa de aquel vino que me regalaste y que he guardado cuatro años para una ocasión especial. Esta sin duda lo es. No estoy triste por tí, no te han derrotado, sigues siendo lo que los yanquis llaman en boxeo un last man standing. El último hombre en pie, como el viejo boxeador que se resiste a tirar la toalla. Sé que no la tirarás ahí dentro. Aún queda un último asalto. Porque como decía Buckowski en su poema Arrinconado, «peleo en lenta retirada/ahora la promesa que fui mengua/ ahora están celebrando mi defunción en tabernas que ya no frecuento/ pero ahora enciendo otros cigarrillos/ me sirvo otras copas/ ha sido una hermosa pelea... y aún lo es».

Te estaré esperando. Te estaremos esperando.

*Jefe de Prensa de la Diputación de Castelló de 2007 a 2011