«Les Normes de Castelló están aceptadas por todos. En su día nos costó llegar a ese consenso y ahora debemos trabajar para mantenerlo». Estas palabras no proceden, por ejemplo, del presidente de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Son de Alberto Fabra, pero las manifestó en 2007 cuando era alcalde de Castelló.

Alberto Fabra ha proyectado un doble perfil en la polémica lingüística en función del cargo que ostenta. Como alcalde de Castelló, una ciudad donde el «blaverismo» es residual, abrazó la unidad de la lengua en contra de las directrices del entonces Consell de Francisco Camps. Como presidente de la Generalitat ha cambiado de registro y se ha sumado a la tesis contraria con toda naturalidad. Si hace ocho años destacaba unos postulados que chirrían en los ámbitos conservadores de la capital del Turia, ahora, Fabra, como jefe del Consell, da un giro de 180 grados a su discurso y avala la nueva Ley de Señas de Identidad, que supone un ataque frontal a la Acadèmia Valenciana de la Llengua, y se aproxima a la RACV. De esta forma intenta conservar el voto «blaverista» e intenta calmar, al menos en este asunto, a sus compañeros de partido en Valencia.

En su etapa de primer edil de la capital de la Plana, Les Normes de Castelló cobraron impulso, ya que participó en el 75 aniversario de la firma de las mismas y solicitó su declaración como Bien de Interés Cultural.

También se posición en contra el cierre de la TV3. «Lo que no puede ser es que en el siglo XXI no podamos ver la que está a 20 kilómetros de distancia por una cuestión formal. Quiero que se vea aquí TV3 y que Canal 9 se pueda ver en Cataluña», afirmó antes de ser investido presidente del Consell.