El pasado jueves, recién superada la eliminatoria de Europa League frente al Zenit de San Petersburgo, a Unai Emery, entrenador del Sevilla, le preguntaron si había obrado un milagro. Emery dijo que no, que no era un milagro lo suyo porque lo habían trabajado, y una respuesta similar puede ofrecer el técnico del Castellón, Ramón María Calderé, si le preguntan por los números que presenta su equipo esta temporada. El técnico catalán tomó las riendas del vestuario en la jornada 11. El Castellón vagaba en la zona media-baja de la tabla, con apenas 13 puntos, a 9 del líder Muro y a 7 del Torrevieja, última plaza de play-off. Veintiseis jornadas después, el Castellón es líder con cinco puntos de ventaja y solo ha perdido un partido. El resto: 16 victorias y 9 empates.

El impacto, milagroso o no, de Calderé en el Castellón va más allá de los números, que también hablan por sí solos. El entrenador levantó primero el ánimo de la plantilla, luego del club y por último de la afición, que ha vivido un resurgir sin precedentes. Calderé debutó de albinegro a domicilio, con un discreto empate en el feudo del Jove Español. Parecía condenado el Castellón a otra campaña de penurias, pero nada más lejos de la realidad. Es cierto que completó la plantilla con diversos refuerzos, apoyado en la fuerza presupuestaria de la entidad, al tiempo que hombres clave alcanzaban un óptimo estado de forma, pero pese a todo el mérito del técnico es incuestionable.

En seis partidos, con cuatro victorias y dos empates, Calderé había situado al Castellón en puestos de promoción de ascenso. Ya no bajaría de ahí. Es más, al parón navideño llegó colíder. Atravesaba el conjunto albinegro el mejor tramo del curso. Llegó a sumar siete victorias consecutivas. Al conseguir la sexta, en el campo del Ribarroja, tomó el liderato, que mantuvo hasta que cayó en el campo del Acero, justo después de un par de tropiezos inesperados en Castalia que el Atlético Levante supo aprovechar.

Vuelco final

Ahí, enfrascado a la vez en la dura pugna por la Copa Federación, donde llegó a jugar y perder la final frente al Real Unión Club de Irún, el Castellón sufrió. Una de las claves del curso se produjo tras el empate en Paterna. El Atlético Levante jugaba por la tarde en Crevillente y, en caso de victoria, hubiera dejado al Castellón a seis puntos de distancia. Pero el filial levantinista no pasó del empate. Perdonó la vida al conjunto albinegro, que suspiró y se rearmó para una recuperación basada esta vez más en la solvencia que en el virtuosismo.

Asido a los goles del ahora lesionado Rubén Suárez, el Castellón comenzó una nueva remontada. Le envuelve en la actualidad una dinámica letal: son cinco partidos sin encajar un solo gol (451 minutos imbatido acumula el portero Álvaro en Liga) que se traducen en cinco victorias consecutivas. Tras ganar el pasado miércoles en Cullera, dio el zarpazo al campeonato. Superó al Atlético Levante, que encadenó una nueva derrota el domingo. El Castellón volvió a rentabilizar al máximo el regalo, impío, con el trabajado triunfo de Sagunto. A falta de tres jornadas para el final de la Liga Regular, y con cinco puntos de ventaja respecto al segundo clasificado, Calderé está cerca de culminar su «milagro». El objetivo asoma al fondo, a finales de mayo, en la anhelada promoción de ascenso: tras Badalona, Teruel y Burgos, el cuarto ascenso a Segunda B de su carrera.