Antes que nada, espero que tú fiel seguidor y sufridor albinegro, disfrutaras del día de ayer como merecía la ocasión.

Con todos los palos que llevamos en la mochila los últimos tiempos, la de ayer ya es una efeméride en toda regla. Va para una década del último ascenso. Desde entonces, celebraciones pocas, muy pocas.

Así que el de ayer fue un gran día. ¡Toma ya! Dos alegrones de una tacada. Por la mañana sube el Juvenil, la niña bonita de la cantera, tras una campaña brillante y con un grupo de chavales y técnicos que se lo han trabajado a base de bien.

Y por la tarde el campeonato de Liga. En casa, ante los suyos y con un final muy emotivo para todos.

Fue un momento merecido, el de la celebración a la conclusión del encuentro. En especial, para todos aquellos que han sufrido todo lo que le ha pasado a este club los últimos años. Además en Castalia y con un ambiente que da pie a pensar que cuando se luche en el play-off, las gradas van a estar a reventar y el factor campo puede tener su importancia en el desenlace final.

Está claro que la inercia ha cambiado y hay que aprovecharlo.

Es verdad que queda rematar la faena, pero el Castellón ahora tiene dos balas para poder conseguir el anhelado y necesario ascenso. Es la hora de la verdad para una gran plantilla.

Quedan dos jornadas en las que Calderé debe intentar que todo el plantel llegue lo mejor posible a la hora de la verdad.

Hay jugadores expertos, variedad de recursos para jugar de diferentes maneras y las eliminatorias disputadas en la Copa Federación también le han dado ese oficio al plantel para saber jugar a 180 minutos.

Por si esto fuera poco, tenemos a Calderé. El míster sabe bien de qué van las promociones, es valiente y ambicioso.

Ahora bien, que nadie se deje llevar. Se ha ganado el campeonato pero no se ha subido. Para ascender habrá que sufrir mucho más. Delante habrá otro campeón de Tercera. Un equipo que va a plantear dificultades seguro. Unos árbitros, unas circunstancias, nervios, presión, quién sabe qué.

También es la hora de nuestra afición. Esa que me emocionó hace casi dos años en el Nuevo Arcángel de Córdoba. Aquel día entre lágrimas, muchos albinegros volvieron a casa sin ascenso pero orgullosos de ser del Castellón, a pesar de las malditas circunstancias o personas que lo mandaron a este pozo.

La afición local despidió en pie a la hinchada castellonense. Ese día pensé que pronto o tarde tendría que cambiar la suerte.

Creo que el momento ha llegado, si todos continúan remando en la misma dirección. Espero un desplazamiento masivo al estadio del rival de promoción de ascenso. Aficionados conscientes de que su aliento da alas y que en pocos campos se empuja a su equipo como en Castalia.

Hemos estado esperando mucho tiempo este momento. Es la hora de la verdad. Esta vez sí.