Primero fueron los restaurantes de comida rápida, luego las franquicias de hostelería y ahora llega a Castelló la fiebre por los food trucks. Este modelo de negocio hostelero, también made in USA, consiste en la venta ambulante de comida cocinada en una furgoneta o en un camión de pequeñas dimensiones. Dicho así, no parece gran cosa, pero lo cierto es que esta tendencia está arrasando en todo el país porque los hosteleros ven en ella una oportunidad de negocio menos costosa que los restaurantes tradicionales. Eso sí, las restricciones legales para este tipo de comercio obstaculizan su desarrollo.

En España, al contrario que en Estados Unidos, la venta ambulante de comida está limitada a eventos puntuales (mercadillos, ferias o festivales), no se puede aparcar la furgoneta en una calle y ponerse a vender sin más. Por este motivo nació la Asociación Foodtrucks Castellón, una organización sin ánimo de lucro que pretende ejercer presión para conseguir una regulación del negocio menos restrictiva. Además, se encarga de organizar encuentros de food trucks como el que tiene lugar desde ayer en Benicàssim, el segundo Foodie Fest que se celebra en la provincia de Castelló (el primero fue en Vila-real el pasado mes de mayo).

Once restaurantes sobre ruedas, procedentes de Barcelona, Zaragoza, Madrid, Alicante, Valencia y Castelló, han aparcado en Villa del Mar para ofrecer a los visitantes todo tipo de manjares. Además de platos autóctonos, los foodies -denominación que reciben los amantes de la buena mesa y aficionados a la cocina- pueden degustar comida japonesa, mexicana o italiana. Varios restauradores castellonenses han trasladado sus fogones al camión. Es el caso de Miguel Martí, que regenta varios establecimientos y ahora ha dado el salto al food truck como medio de promoción de su firma, según explica el secretario de la asociación, Carlos Bru. También optan por ampliar su negocio a las cuatro ruedas los responsables del restaurante Nº5 Burger, que se abrió recientemente en Castelló. Es una muestra de que, en contra de lo que se pueda pensar, la comida motorizada no es comida rápida ni de baja calidad. Al contrario, según defiende Bru, «muchos food trucks se dedican a la cocina gourmet», es decir, buscan agradar a los paladares más refinados. Los chefs miman también la estética de sus vehículos, ya que son lo primero que entra por el ojo al comensal. A menudo decoran los camiones con una estética retro americana o con colores llamativos que atraen la atención de los clientes. Así, el negocio va sobre ruedas.