Al mal tiempo, buena cara. En la diputación están cayendo chuzos de punta en forma de siete piezas judiciales que conforman la causa general contra la institución provincial —y otras que eran gobernadas por el PP— por la presunta red de mordidas en la adjudicación de contratos públicos. En medio de esta incertidumbre ante un escándalo que ahora se ha tomado un respiro a la espera de que se abra el secreto de sumario, ha llegado el traspaso de poderes, que ayer tuvo una foto pactada para aparentar que es una transición «civilizada», como contó este diario. La foto y las declaraciones no defraudaron. Hubo cierta sobreactuación.

Tras setenta minutos de reunión entre el todavía presidente Juan José Medina (provisional, como relevo de Rus, y en funciones), el socialista Jorge Rodríguez y Maria Josep Amigó (Compromís), comparecieron uno a uno ante los medios de comunicación. Amigó calificó el traspaso de poderes de «amable» y expresó su deseo de que la diputación «continúe funcionando como hasta ahora». «Los cambios grandes llegarán poco a poco», dijo.

El alcalde de Ontinyent tomó el relevo para explicar que la «situación económica» de la institución provincial es «muy saneada». Luego habló de la «absoluta normalidad» en la transición y anunció que hará una encuesta para sondear las necesidades de los ayuntamientos. Preguntado por la desaparición de las diputaciones que defiende el PSPV, explicó que es una institución «constitucionalizada» por lo que habrá que esperar al resultado de las generales para ver si hay posible reforma de la Carta Magna. Sobre el vaciado de competencias que pretende Ximo Puig, advirtió de que se trata de «gestionar la realidad en que vivimos». «Más que vaciar de competencias, hace falta mayor coordinación para atender a los ciudadanos», apostilló.

El popular Medina celebró que el traspaso de poderes estaba siendo «muy cordial».