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Castelló entre dos meridianos

Castelló entre dos meridianos

Si, como dijo Max Aub, en Castelló nunca pasa nada, otro escritor, el vilavellense Manuel Vicent, quiso enmendarle la plana afirmando que por la ciudad si pasa algo: el meridiano cero. Y es que la línea, aún siendo imaginaria, ha situado a Castelló en el mapa -en la intersección de Greenwich y el paralelo 40- y la hizo partícipe de una de las conquistas de la Humanidad, el metro.

Como se recordará, el encargo de la medición del meridiano de París tenía que servir de base para el cálculo del sistema métrico decimal de carácter universal. De la exactitud de las triangulaciones que los astrónomos Delambre y Mechain debían practicar entre Dunkerque y Barcelona dependía nada menos que la longitud definitiva del metro, la diezmillonésima parte de un cuadrante del arco terráqueo. Delambre fue el encargado de tomar medidas de París hacia la costa norte francesa, mientras que Mechain era el responsable de hacerlo hacia el sur, penetrando en la península ibérica hasta la capital catalana.

Primero la Ilustración, y más tarde la Revolución, consolidaron la idea de contar con un patrón mundial de pesos y medidas que acabara con los tradicionales codos, pies, arrobas u onzas. Es lógico pues que en un contexto, en el que el enciclopedismo galo lideraba los avances científicos, el meridiano tomado como base por todos fuera el de París.

Castelló no se hallaba en la vertical, más bien estaba en el último de los gajos de aquella naranja planetaria que los gabachos se empeñaban en calibrar. Eso sí, un castellonense, Fausto Vallés, a la sazón barón de la Pobla, se esforzó en colaborar en la empresa de las triangulaciones y no dudó en ayudar a Mechain. El astrónomo consideró que la expedición que dirigía había de corregir un pequeño error de cálculo y, en lugar de detenerse en Barcelona, debía proseguir más al sur, desde donde otearía las Baleares. Entonces, los hombres al servicio de Vallés, labriegos acostumbrados a las locuras de su señor, contribuyeron en la realización de fogatas nocturnas que iban a facilitar la medición de las distancias entre el Desert de les Palmes y los distintos vértices de los triángulos geográficos: el Motsià y Penyagolosa, el Espadà y Cullera, y el Montgó e Ibiza.

La muerte, por causa de unas fiebres contraídas durante la misión, le sobrevino a Mechain en el palacete del noble castellonense en el año 1804. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio del Calvario, un espacio que hoy ocupa el parque de Ribalta.

Esta expedición inconclusa la retomó un nuevo comisionado del Observatorio de París, el rosellonés François Aragó, que tuvo que acometer el viaje científico en plena invasión napoleónica. Esta circunstancia despertó la suspicacia de los nacionales, que enseguida vieron en él un espia al servicio de Bonaparte. Por fortuna, el astrónomo era de origen catalanohablante, de modo que, aun siendo un enfant de la Patrie, lo mismo podía hacerse pasar por un valenciano, por un mallorquín o por un catalán según le convenía y, así, conservar el pescuezo y, a pesar de la adversidad bélica, concluir la tarea iniciada por Mechain. En su recuerdo, la Ville Lumiere cuenta con un monumento invisible, la Línea Aragó.

Cambio en el meridiano

El éxito de los trabajos de los astrónomos culminaron con la adopción del patrón de medida universal tal y como había marcado la Académie des Sciencies. En consecuencia, el gobierno de la República Francesa implantó el metro y envió una barra de platino iridiado de esta longitud a todas los naciones que la adoptaron como medida. No obstante, transcurrido un siglo, la conferencia de Washington de 1884, determinó que el meridiano base según el cual había de regirse el orbe no iba a seguir siendo el de París sino el de Greenwich. Francia se abstuvo en la votación, pero ello no impidió que la línea que dividiría el mundo en Este y Oeste pasara, desde entonces, por Castelló. Más exactamente, entre su distrito marítimo y la ciudad, junto a las alquerías y los campos del marjal arrocero. La decisión sobre el nuevo eje central hizo bueno el augurio evangélico que afirma que los últimos serán los primeros. De este modo, la Plana, que se hallaba entre los últimos grados de la divisoria esférica cuando Mechain y Aragó vinieron a medir el metro, tomando como referencia para sus cálculos el meridiano de París, pasó a estar en el meridiano: 00° 00' 00', el premier.

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