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Descubriendo el Millars en «kayak»

Onda abre la posibilidad de navegar y descubrir las tranquilas aguas del Sitjar o los rápidos del río con divertidas actividades

Descubriendo el Millars en «kayak»

Sumergirse en la naturaleza es una de las actividades más interesantes en Onda y, si encima se hace en «kayak», la experiencia se hace mucho más divertida. Esta es una de las opciones de ocio que existen en la localidad desde que la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) levantó la prohibición de navegar por el Sitjar y desde que una empresa decidió asentarse en los alrededores.

Desde que el mejillón cebra invadiese las aguas del embalse hace más de diez años, el pantano se había quedado para uso exclusivo de los regantes pero, el Sitjar y el Millars —río que lo llena y lo desagua—, tiene potencial y, ahora, aunque el molusco invasor no ha desaparecido, sí que se han establecido unos protocolos para aprender a convivir con él y evitar que se expanda a otros lugares.

Por eso es aconsejable, si se desea practicar el piragüismo en este lugar, coger una de las embarcaciones que Sargantana Aventura utiliza para este entorno especial. Coger el «kayac» y disfrutar es el siguiente paso. Uno puede elegir entre las tranquilas aguas del Sitjar o decantarse por la emoción de los rápidos del Millars.

En esta segunda opción, lo «ideal», según comentan desde la empresa que ha empezado a trabajar en la zona, es que se pudiese bajar en «kayak» desde el mismo embalse del Sitjar pero, a veces, el papeleo para conseguir la autorización es más complicado que remar a contracorriente.

La ruta empieza unos kilómetros más abajo. Es aquí donde se descubre un paisaje y un patrimonio hasta ahora poco visto en Onda, al menos desde esa perspectiva, la de dentro del río, donde además de la naturaleza, también se puede disfrutar de la historia, en concreto, de la romana.

Es aconsejable el neopreno para minimizar los efectos del agua fría, más importante incluso que tener conocimientos de piragüismo. El descenso no es complicado. Además, antes de la partida los monitores enseñan unos conocimientos básicos para sortear las piedras y las ramas, o al menos intentarlo.

Después, durante dos kilómetros, los remansos se alternan con las aguas bravas, y en medio del trayecto, también pueden practicarse unos saltos, desde los tres a los siete metros de altura.

La experiencia, en total, dura alrededor de dos horas y la satisfacción, mucho más. Pero todavía quedan encantos por descubrir, y para que el descenso por el Millars se convierta en un recurso turístico no solo capaz de enamorar al usuario, sino de convertirlo en un idilio a largo plazo, hace falta una coordinación entre instituciones e implicados para regular las aguas y ampliar todavía más el recorrido. La línea está trazada y el horizonte marcado. Ahora falta que no aminore la marcha.

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