La historia de Castelló está marcada por bares como Roca, casi medio siglo compartiendo la vida junto a diversas generaciones de castellonenses que, pese a los cambios en la cocina, intenta mantener la filosofía que le ha convertido en referente del barrio y de toda la ciudad desde que abriese en 1959.

Un catalán que trajo a la Plana el garbanzo a remojo, Juan Roca, fue el que puso la primera piedra de un bar que después gestionarían sus hijos, Alejandro y Rosa, y sus parejas, Amparo Ibáñez y Vicente Martínez, quienes rememoran todas las reuniones y secretos que guardan las paredes del local.

Esos cafés y copas a 3 pesetas son parte de una historia intensa de un bar que fue centro de reunión de los collidors de toda la provincia, de esas directivas del CD Castellón, y de los aficionados, que acudían en peregrinación a Castalia por la ronda Magdalena....

Seguro que tampoco sorprende a nadie el beneficio que le ha supuesto estar al lado de una iglesia, la de «los frailes», con miles de matrimonio y bautizos a sus espaldas. Bastantes invitados iban a misa, pero muchos más se quedaban a tomarse algo en el Bar Roca. Y es que almorzar en el establecimiento es disfrutar de la buena cocina casera. Muchos habrán probado su anguila, caracoles, escabeches, carne de toro o la «sangueta», todo con productos del terreno. Ahora ha cogido el testigo Eduardo Contador, con gran experiencia en el mundo de la hostelería de la ciudad, que asegura que su principal deseo es mantener el espíritu de los Roca.

Seguro que lo consigue al comprobar como hay clientes que no han fallado en 45 años y que en la actualidad vienen los hijos e hijas de aquellos vecinos que pagaban 3 pesetas por una caña.

La clientela es, como aseguran, muy fiel, y siempre sabe que lo que va a tomar es de calidad, ya sea para almorzar, comer o cenar. Eso sí, no confundir con el bar abierto al lado, el Nou Roca, que nada tiene que ver con el conocido local del barrio y que intenta servirse de la conocida marca.

La familia Roca, que mantiene alquilado el local a Eduardo Contador, insiste en que la clave del éxito es la humildad y servir con una sonrisa a todo el que ha ido al bar, aspectos que siguen presentes en el histórico establecimiento.