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Los otros que son nosotros

Las canciones de los mayores, las historias cotidianas o los refranes que nadie olvida constituyen la base de la exitosa obra del cantante de Xàtiva

Los otros que son nosotros

A Pep Gimeno lo llaman Botifarra porque ese era el apodo de familia. Ahora tiene 53 años y los conciertos se le acumulan. Si el carisma y la voz portentosa tienen mucho de innato, no puede decirse lo mismo de su éxito, que poco tiene de casual. Quizá tengo algo de efímero el fenómeno en sí, como en todo artista que de repente se pone de moda, pero detrás de cada verso y de cada aplauso se esconde una tonelada de trabajo y de verdad. El Botifarra, que antes que nada sigue siendo herrero-soldador, no tiene coche ni teléfono móvil y es más grande que la Seu de su Xàtiva natal. Construyó el poso de su obra en la juventud. Cogía su moto y recorría la geografía valenciana. Escuchaba: las canciones de sus mayores, las historias cotidianas, los refranes que nadie olvida. A la mezcla añadió su personalidad y queriendo o sin querer reinventó la música popular valenciana, destrozando barreras estilísticas o generacionales, llegando a interesar a gente que jamás lo hubiera imaginado, y gana premios, actúa mucho y vende discos. El Botifarra, que hoy actúa en Vallibona a las 23.00 horas (y el viernes 28 en La Jana, y el sábado 29 en Moncofa...) lo mismo encandila a las señoras del pueblo que agita el corazón de la Magdalena en una colla repleta de juventud castellonense. Lo mismo toca en un pueblecito del interior castellonense que en la toma de posesión del presidente Puig.

Mezcla y tradición

En sus conciertos, la voz suele gobernar la noche con absoluta limpieza, en el desgranar de tradiciones legadas que constituye su obra, auténticas crónicas que mezclan con sabiduría sorna, reflexión, cotidianidad y humor. Ya se sabe: se canta de peleas vecinales, riadas que dan sustos o mujeres que se van a jugar a las cartas mientras el marido se desloma en el huerto. Se canta de otros que son nosotros, a ritmo de rondalla y derivados, el flamenco de aquí, coloreando escenas costumbristas con aire juglaresco.

Y ahí, en la distancia corta, es donde se agiganta su figura y donde crece la seducción del Botifarra, lejos de la moda de turno y del negocio de ocasión.

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