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Barrio chino entre jardines

En la misma zona conviven burdeles, viviendas familiares, nuevos negocios y un centro hospitalario

Un club cerrado y en ruinas en la calle Ingeniero Ballester. àngel sánchez

Techos medio derrumbados, cristales rotos y puertas desvencijadas componen una estampa deprimente en la calle Ingeniero Ballester, conocida como «barrio chino» o, más explícitamente, «barrio de las putas». La denominación responde a la presencia de varios clubs de alterne concentrados en pocos metros. Algunos han desaparecido ya, dejando atrás sus años de gloria. Otros continúan abiertos, acaparando así la clientela de los que cerraron.

Del Club Paquito apenas queda un toldo hecho girones. Las baldosas azules que recubren la fachada se despegan con el paso del tiempo y a través de una reja oxidada se adivina una barra carcomida donde antaño se servían copas a animados parroquianos y hoy sólo se acumula el polvo.

Flanqueando el club, hay otros inmueble igualmente ruinosos. El número 14 está tomado por las palomas, que campan a sus anchas asomadas al balcón. El techo del segundo piso parece estar a punto de derrumbarse y correr la misma suerte que la pared que lo sostenía. Al otro lado, un taller de montajes eléctricos en venta debió de echar la cortina hace tiempo a juzgar por el deterioro del local.

Frente al Club Paquito, se erige otro establecimiento del estilo: la sala de fiestas Don Hilarión, por su aspecto, parece estar cerrada al público, aunque en la pared todavía cuelga un cartel con la silueta desnuda de una mujer. La oferta del barrio chino se completa con el Melanie, el pub Coyote y el Club la Giralda.

La estampa contrasta con los bloques de viviendas. Algunas modestas y antiguas, y otras reformadas y modernas. También ha surgido en la calle Ingeniero Ballester algún negocio que nada tiene que ver con los clubs vecinos: una aseguradora, una gestoría, una panadería, una tienda de compraventa de oro y un instituto de reeducación corporal han encontrado acomodo en esta céntrica vía que desemboca, por un lado, en la Ronda Mijares y, por el otro, en el Hospital Provincial. Sus jardines, verdes y cuidados, alegran el paisaje decadente de esta calle y la vista de los viandantes.

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