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Conciencia de barrio nacida contra el boom urbanístico

«El PAI nos unió y nos hizo fuertes, pero ha causado mucho sufrimiento», relata Lluïsa Pérez

La portavoz de Mestrets, Lluïsa Pérez, en su vivienda de la Quadra Borriolenc. àngel sánchez

Vecinos de Mestrets-Borriolenc padecieron durante una década la amenaza de derribo de sus viviendas y el desaire de las Administraciones del Partido Popular. La razón era el proyecto de construcción de 6.000 viviendas en el llamado PAI Mestrets. Esta propuesta, que ha pasado finalmente a mejor vida, ha generado una conciencia de barrio que hasta entonces no existía. La zona estaba poblada por «masets» y sus propietarios prácticamente ni se conocían. Estrecharon lazos en la lucha que mantuvieron contra el Consell y el ayuntamiento, una batalla que dio sus frutos al conseguir la anulación del programa urbanístico por parte de los tribunales.

«Nos unió para hacer frente a las adversidades, nos hizo fuertes, pero ha causado mucho sufrimiento. Hubo temporadas muy malas, porque no sabíamos si en dos meses venían las máquinas a tirar nuestras casas», rememora Lluïsa Pérez, portavoz de la asociación de Mestrets Borriolenc. Los afectados empezaron a reunirse en 2003, cuando se anunció el desarrollo del PAI, y en 2004 constituyeron la plataforma. Durante años acudieron a cada pleno municipal con carteles que clamaban contra el derribo de sus casas y el urbanismo «depredador». La respuesta de los munícipes del PP y del Gobierno valenciano fue el desdén y el desprecio ¿Cómo los vecinos eran tan osados de frenar el progreso urbanístico por salvar sus viviendas de toda la vida?, se debían preguntar los gobernantes populares.

Lluïsa Pérez y su marido, Vicent Beltrán, recuerdan las manifestaciones del exalcalde, Alberto Fabra, que les soltó que «no podíamos seguir con nuestro modo de vida», y sobre todo, las de un exgerente del antiguo Instituto Valenciano de la Vivienda (Ivvsa): «cariño, váyase buscando otro sitio para vivir», asegura la portavoz de Mestrets que le manifestó. «Incluso nos dijo que estábamos politizando la situación, a lo que yo le contesté que el que politiza es usted que es político, yo sólo defiendo mi casa», subraya Vicent Beltrán.

«El PAI era muy injusto porque derribaba casas y cargaba en los vecinos los costes urbanísticos de proyectos públicos como el Centre de Convencions, la ronda Oeste, la VIU o el polideportivo Chencho», resalta Pérez.

La estampa del barrio refleja los estragos por los años de abandono. «Masets» medio derribados u ocupados «ilegalmente» y huertos baldíos llenos de maleza pueblan ahora un histórico enclave de veraneo de la ciudad. Esta imagen es el resultado del PAI Mestrets. No llegó ejecutarse por varias sentencias judiciales, pero se tramitó durante cinco años y hasta 2014 el PP no renunció a retomarlo. Mientras tanto, una parte de los propietarios vendieron sus viviendas y Mestrets sufrió un proceso de decadencia. Las administraciones querían modificar la fisonomía de la zona sí o sí.

Aguantó un reducto de una veintena de familias agrupadas en Mestrets-Borriolenc. Fue una defensa numantina. Pero su resistencia dio sus resultados. Sus recursos judiciales primero frenaron el PAI -Alberto Fabra afirmó que iba a entregar las primeras llaves en 2006-, y en 2008 se notificó la primera resolución judicial contraria al megaproyecto urbanístico.

Los residentes observaron con amargura cómo una zona que antaño estaba rodeada de huertos verdes se iba degradando sin que nadie pusiera remedio. En estos momentos se acumulan restos de «masets» y terrenos pertenecientes a entidades financieras, solares que fueron adquiridos para participar en el PAI Mestrets.

Ciudad jardín

El ayuntamiento progresista ya ha confirmado que el PAI no volverá y ahora estudia varias alternativas para mejorar el lugar. La asociación de Mestrets-Borriolenc propone una ciudad jardín, es decir, la construcción de viviendas unifamiliares respetándose las actuales alquerías. «Tenemos esperanza con la nueva etapa en el consistorio, de entrada se ha abierto un diálogo que antes no existió».

Entre las necesidades más apremiantes que reclama Mestrets-Borriolenc se encuentra el saneamiento del barrio y la limpieza de los solares abandonados, ya que advierten del riesgo de incendios, plagas de mosquitos y enfermedades. Recuerdan que por sus proximidades cruzan los alumnos del colegio público de San Agustín. Mestrets se encuentra entre el citado barrio y el Raval de la UJI. «Si no hubiéramos resistido nos habría pillado el estallido de la burbuja inmobiliaria», remata Lluïsa Pérez.

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