El verde del Fornás es la kryptonita contemporánea del Castellón, que ayer firmó su quinta visita consecutiva sin victorias. Se le atraganta al Castellón el campo del Acero, sean cuales sean los mimbres con los que los locales puedan tejer su tela de araña, y sea cual sea el potencial del equipo albinegro del momento. Ayer, el cuadro de Calderé se complicó la vida de la única manera posible: con un regalo a pelota parada que se convirtió en penalti discutible. Una vez en desventaja se arremangó para rascar un empate en la segunda mitad, el mal menor, gracias al gol de Saizar en la recta final.

Pierde comba el Castellón respecto al líder, un Ontinyent pletórico y repleto de exalbinegros que, además, visitará Castalia el domingo en lo que apunta a partidazo seguro.

Antes, lo de ayer, en el peligro de la jornada intercalada entre la exigencia copera. El campo fue un prado de minas. Fue un falso amigo el Acero, fue falsa la placidez del Castellón durante la primera media hora, y fue falsa la sensación de superioridad de los albinegros. El equipo de Calderé comenzó dominando balón y territorio, fácil en apariencia, con Rubén Suárez girando en tres cuartos y la maquinaria activándose a su alrededor. Sin embargo, le faltó colmillo a partir de ahí, corto de claridad y contundencia en los metros finales. Ganó la intendencia en este tramo, la segunda jugada, el cuerpo a cuerpo, pero falló donde a priori debería sentirse cómodo. Así, fue dejando escapar oportunidades incluso antes de que fueran realmente oportunidades. Solo Carrillo, que levantó dos centros que no aprovecharon Lolo y Clausí, fue lo directo que exigía el paisaje.

El partido trampeó de cabo a rabo al Castellón, que dejó para luego para lo que debió hacer en el ahora, y el luego terminó siendo demasiado tarde. El Acero exprimió sus limitados recursos abrochando los pasillos interiores, con Camarasa de tercer central en la tarea defensiva y con el batallador Seral mordiendo en la ofensiva. El duelo entre Seral y Escudero marcó la pauta del final del primer acto. En el intercambio de recados fue tarjeteado pronto el delantero del Acero, que insistió en el barullo hasta hallar el premio. Lo cobró en el 42, cuando batió de tiro ajustado al portero Álvaro, ejecutando un penalti por mano de Saizar, en una de las faltas laterales que fue acumulando el Acero a lo tonto, como quien no quiere la cosa. Seral demostró en el festejo que le va la marcha: se encaró retador con la grada visitante.

Castigo

Aunque lo cierto es que abrió de forma temeraria una rendija para la fatalidad, al vestuario se marchó el Castellón con sensación de estafa: no vio claro el mentado penalti. Ni claro ni oscuro. El meta Álvaro se acercó el banquillo señalándose el hombro: «en cada partido nos pita un penalti, siempre igual», contaba. Los veteranos recordaban el gol anulado a Héctor Peña años atrás, de forma inverosímil: mismo escenario y mismo árbitro. Morales Yuste después se reveló simplemente malo. Sin distinciones de colores: alternó errores en ambos bandos.

Con el 1-0, el Castellón quedó aturdido y le costó reaccionar. Con poco juego, apeló pronto a la brava. Calderé sentó a un defensa, abrió campo y colgó balones. En uno de ellos, en el minuto 77, cazó Saizar el gol del desquite. Fue una rosca de Pruden que se envenenó al tocar en un rival, y que atacó con todo el delantero vasco, clavando los tiempos y los cánones.

El 1-1 acentuó el punto de descontrol que germinaba en el partido. El Acero, que había perdonado antes del empate el segundo por mediación de San Feliu, tras una maniobra de Fabassou, que picoteó la espalda de Pruden, se asió al despliegue de Font de Mora en la medular para tomar aire, incluso tras la expulsión de Seral por otra mano en el minuto 85. Enfrente, y sabiéndole a poco el punto, el Castellón buscó surfear la ola buena. Igual que no fue, pudo realmente ser, como en la primera jornada en Ibi, en otro viaje en el alambre. Allí, en el descuento, Guille Vázquez recogió un mal despeje para marcar el gol de la victoria. Ayer también, en el Puerto de Sagunto y durante los siete minutos de añadido, tuvo el capitán la gloria en su mano, tras una rosca templadita de Tornero. Pero no. Guille remató al aire. Allí se quedaron dos puntos.