Los equipos participantes en la Liga Europa no estaban en el bombo por pura chiripa. Todos, del primero al último, juegan la segunda competición europea por méritos propios y es un suicidio perderle el respeto a cualquiera de ellos, porque te puede pasar lo que le ocurrió el jueves al Vila-real, que habiéndose puesto por delante en el marcador acabó por detrás, perdiéndose así una magnífica oportunidad de pisar fuerte desde el inicio de una competición en la que se pretende llegar lejos para justificar la excepcional plantilla que han puesto a disposición de Marcelino García Toral, sí con los dos apellidos, que es como gusta de ser llamado.

Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero. De modo que bromas las justas. Jugar tres competiciones a la vez exige a los profesionales un esfuerzo suplementario y ahora mismo el submarino afronta tener que jugar un partido cada tres días en tan solo veinte, con lo que las rotaciones pueden ser decisivas; como contrapartida, la frecuencia de la disputa de partidos en pocos días ofrece la oportunidad de rotar a «pequeñas dosis», con lo que el conjunto conserva el armazón y alguna cosa más como pueden ser las acciones que los profesionales han memorizado en los entrenamientos. Otro alarde como el llevado a cabo en Viena y el Vila-real puede verse en el disparadero, lo que sería fatal, incluso para las arcas del club que necesita ganar partidos y clasificarse para la segunda fase para amortizar el esfuerzo en la confección de la plantilla.