La estética no fue el punto fuerte del duelo entre Villarreal y Athletic. Pero la ética de trabajo amarilla y la fe en la superioridad de talento que atesora el submarino permitió una cómoda victoria de los hombres de Marcelino. Con un Baptistao excelso, que insufló vida a un duelo trabado y un regalo para esa estética denostada ayer como fue el tanto de Mario, el Villarreal se aseguró un importnate triunfo ante un Athletic decepcionante que utilizó su poderío físico como único argumento de su discurso.

Lo único preocupante fue la factura que deja el duelo. Bakambu no aguantó ni quince minutos, con una esguince en su tobillo derecho, y Soldado se retiró al descanso, también con problemas físicos. Mala noticia porque el miércoles hay un nuevo duelo liguero en Málaga.

La primera mitad fue fea, trabada, sin fluidez. El físico se impuso al talento y al toque y, en esas circunstancias, sale especialmente perjudicado el Villarreal. También es cierto que algo de eso debía olerse Marcelino porque el asturiano apostó por el músculo en la zona de creación. Jonathan y Trigueros se quedaron en la banqueta y Pina se encargó de acompañar a Bruno.

Delante un Athletic demasiado temeroso, con un complejo de inferioridad que intentó superar a base de patadas, golpes, faltas e interrupciones. Apenas se jugó en el primer acto donde Clos Gómez se erigió en principal protagonista. Su silbato detuvo la mayoría de intentos de penetración de Castillejo o Soldado, ya fuese por falta o fuera de juego y se vio envuelto en alguna decisión polémica.

Pero un contratiempo se convirtió en una bendición para los amarillos. Bakambu, con problemas en el tobillo, no pudo aguantar demasiado y cedió su sitio a Baptistao. La entrada del brasileño le aportó claridad y descaro al ataque del Villarreal.

Los movimientos de Baptistao siempre tuvieron una intención, siempre buscaron mejorar la posición de sus compañeros, siempre apuntaron a la puerta de Iraizoz. Fue él quien se inventó el penalti que desatascó la contienda. Se internó por la banda izquierda, penetró en el área perseguido por Gurpegui y Balenziaga y, en un abrir y cerrar de ojos, besó el suelo tras ser derribado por el capitán del Athletic.

Bruno, bastante espeso todo el choque, sin la claridad en las transiciones habitual en él, se encargó de anotar la pena máxima. Necesitaba reivindicarse, encontrar buenas sensaciones y por eso ejerció sus privilegios de capitán para arrebatarle el lanzamiento a Roberto Soldado.

En la inercia del tanto y aprovechando la momentánea confusión vasca, Nahuel disfrutó de una nueva ocasión en las postrimerías del primer acto con un disparo que no encontró la red.

Mario desencaja a los «leones»

En la reanudación, a pesar de la desventaja, el Athletic no cambió el plan trazado. Imprimió todavía más relevancia a su fisicidad y casi le salió bien la apuesta porque San José se quedó a un suspiro de igualar. Su cabezazo, tras un saque de esquina, se marchó por encima del travesaño de Areola.

Pero el fútbol siempre se impone. Nahuel fue creciendo con los minutos y Baptistao era indefendible para Gurpegui y Balenziaga. El hispano-argentino avisó con una jugada por la derecha y una centro que buscaba a Baptistao. Gurpegui enviaba a córner.

Entonces Mario se inventó un disparo desde 30 metros que se introdujo en la portería de Aduriz junto al palo derecho. Ahí se desmontó el Athletic y el Villarreal percutió y percutió hasta encontrarse con una contra guiada por Adrián. Supo esperar el asturiano la llegada de Baptistao que cerró su fantástica actuación con un chut cruzado que superó a Iraizoz. Después, Aduriz maquilló el resultado con un gran cabezazo que sólo sirve para la estadística.