El Valencia de Nuno Espirito Santo no deja de ofrecer signos de deriva. La derrota —la primera del curso— contra el Espanyol empeora el panorama. No se puede reducir el problema de los valencianistas a la puntería. Anoche, en el Power8 Stadium, fueron además netamente inferiores a un rival que con esfuerzo y rigor táctico tuvo suficiente para llevarse los tres puntos. En un once lleno de fichajes todavía verdes, el más destacado fue Jaume Doménech, que aguantó con vida a un deprimente equipo que, para colmo, pierde a Gayà por lesión.

Sin argumentos y bloqueado en los últimos encuentros, el Valencia saltó a Cornellà con un «once» tan renovado, casi experimental, que sólo cabía interpretar que Nuno buscaba desesperadamente estímulos a los que agarrarse. Un punto de frescura que arrasase con el tedio y la falta de respuestas. Los blanquinegros parecieron encontrar la respuesta, por momentos, en Bakkali. El belga cumple con la definición de jugador explosivo. Parece uno de esos extremos de antes, por llamativo y efervescente, extinguidos desde Onésimo. Es un futbolista muy específico que sabe ejecutar funciones muy concretas —desmarque, velocidad, regate— con soluciones casi siempre individuales. En una de sus acciones puntuales casi pone por delante al Valencia. Se fue de su par y buscó con intención el palo derecho, pero Pau López reaccionó con extraordinarios reflejos.

Entre las otras novedades, el partido era una oportunidad para que Rodrigo se reivindicase como 9, su posición natural y la que tanto ha añorado, desplazado a los extremos. El hispano-brasileño, previo pase al espacio de Bakkali, pifió un mano a mano inmejorable con el meta espanyolista.

El partido estaba entretenido, muy abierto, aunque el Espanyol no perdonaría en su segunda aproximación al área. El gol de Víctor Álvarez culminó una sucesión de errores. Hay que apuntar que Asensio pone muy bien el centro, fuerte, con rosca y a esa media altura que dificulta la salida de los porteros. Pero Santi Mina no logra despejar y, en segunda instancia, a Cancelo se le escapa el rematador en el segundo palo.

Por detrás en el marcador, el Valencia chocaba contra un bloque muy bien organizado, con automatismos trabajados, y acrecentaba sus nervios e imprecisiones, con amarillas gratuitas para jugadores poco acostumbrados a realizar faltas, como Rodrigo y Mina, que sacaron coces a destiempo. Sin Parejo sobre el campo, hubo lanzadores de faltas poco habituales, como Enzo y Cancelo.

El grito de Jaume

El empate era una hipótesis mucho más improbable que el segundo gol «periquito», salvado en dos grandes intervenciones antes del descanso por Jaume. El portero de Almenara, que es de los que más siente el hierro, agitaba los brazos y gritaba a sus compañeros, pidiendo más intensidad y concentración.

Gayà entraba en acción, tras no prodigarse en exceso en la primera parte. El de Pedreguer sirvió un buen centro rematado de cabeza, como un aguijonazo, sin necesidad de saltar, por Rodrigo. Pau López sacó una gran mano abajo. El partido, dominado por la confusión, no acababa de estar controlado por los visitantes, lastrados por el tirón muscular que sintió el desolado Gayà. Con un equipo que seguía llenándose de tarjetas, Nuno consumió pronto los cambios, confiando en la intuición salvadora de Piatti, Feghouli y Paco Alcácer. El partido, no obstante, seguía el dictado marcado por Asensio. Santos evitaba un remate franco de la perla mallorquina cedida por el Madrid y Jaume intervino de forma salvadora en disparos y rechaces, maquillando el marcador de su desnortado equipo.