Dos infraestructuras viarias han marcado la vida del Racó de Natora, un pequeño núcleo de población encajonado entre la carretera de l'Alcora, la AP-7 y el campus universitario. La primera fue la autopista, que partió el barrio en dos y provocó que vecinos de toda la vida dejaran de serlo. Sin apenas tiempo de reponerse, llegó un proyecto del ayuntamiento para abrir una nueva conexión con la UJI a través del barrio, que implicaba el derribo de varias viviendas. La iniciativa se aprobó hace ya 30 años, pero nunca llegó a materializarse. Los vecinos afectados temen que algún día se retome y sean desalojados de las casas.
La asociación de vecinos del Racó de Natora se fundó en defensa de los intereses de los residentes frente a los planes urbanísticos del ayuntamiento. A mediados de los 80, el consistorio planificó un enlace con la UJI desde la AP-7 aprovechando el trazado de un camino que discurre por el barrio. El proyecto implicaba el derribo de media docena de casas alineadas al borde del camino y fue aprobado pese a la oposición vecinal.
Tres décadas después, el eje viario no se ha ejecutado y las casas siguen en pie. Sin embargo, los propietarios mantienen el temor a que el proyecto se retome, ya que forma parte del planeamiento urbanístico de la ciudad de Castelló. «El día que quieran ejecutarlo lo podrán hacer sin que se puedan formular alegaciones, porque ya está aprobado el proyecto», señalan los vecinos. Consideran que debería despejarse la incertidumbre existente, ya que va en detrimento del propio barrio. La posibilidad de que algún día una carretera abra una nueva cicatriz devalúa una zona que sufre una progresiva despoblación y envejecimiento del vecindario.
