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Blasco Ibáñez, el bulevar que sueña con convertirse en barrio

La falta de arraigo de los vecinos, muchos de ellos jóvenes, hacen complicada la participación de los residentes

La zona residencial del bulevar ha sufrido también problemas con las calidades de algunos inmuebles. En la imagen se puede observar un edificio con un andamio para subsanar los desperfectos tras años de pugna con la constructora o el edificio de la Ciudad de la Justicia, que también tiene grietas f àngel sánchez

Conseguir la implicación de todos los vecinos es siempre un reto para cualquier distrito de la ciudad de la Plana. Si ya es complicado para los barrios históricos, donde han ido tomando el relevo las nuevas generaciones que han mantenido sus raíces en el casco histórico, imagínense lo que es conseguir que una zona de nueva creación de la ciudad tenga ese sentimiento de vecindad, de un espacio común que todos los residentes deberían defender.

Este es el caso de el bulevar Blasco Ibáñez de Castelló, en el distrito este, una de las avenidas más extensas de la ciudad que se prolonga desde la avenida del Mar hasta los alrededores del Auditorio y Palacio de Congresos. Hace más de 9 años un grupo de vecinos sintió la necesidad de participar y defender los derechos de los residentes, sobre todo a raíz de los problemas de botellones, cenas en la propia calle y escándalos que se producían en la vía pública. Dudaron entre integrarse en las asociaciones de vecinos del PAU Gumbau o de Rafalafena, pero al final optaron por crear la suya propia.

«Somos un barrio residencial, donde los vecinos son de una media de edad relativamente joven que ha venido de otros puntos de la ciudad o de fuera de ella», señala el presiente de la asociación, Ignacio Dordá, acompañado por uno de los vocales de su junta, Vicent Grau. Es precisamente este perfil del vecino el que provoca «que no haya ese arraigo de barrio que sí hay en otros puntos de Castelló», se lamenta Dordá, hasta el punto de destacar que es normal que gente joven que vive en el bulevar se vaya después a las fiestas de los barrios de sus padres en el centro.

Es por ello que el esfuerzo es mayor para la asociación, que cuenta con unos 200 socios pero que pide la implicación de más residentes. Hace una semana celebraron las octavas Jornadas de Convivencia, la perfecta excusa para que la gente conozca de su existencia y de la necesidad de trabajar todos de la mano para mejorar el barrio.

En el entorno del bulevar hay dos colegios públicos: el Mestre Canós y el Bernat Artola, con los que mantienen todos los años estrechas relaciones con concursos de dibujo y otras actividades que siempre son recibidas con agrado por los padres y madres. También consiguieron en su día que se colocase el semáforo que permite cruzar con tranquilidad la complicada Ronda Este para acceder hasta el colegio concertado Ramiro Izquierdo, que curiosamente ha dejado de colaborar con la asociación. «Será porque la mayor parte del alumnado del centro no es del barrio», deja caer el presidente de la asociación.

Guarderías, peluquerías, perfumerías, bares, farmacias y dos grandes superficies cerca permiten al vecino tener al alcance de la mano, sin coger el coche, los servicios que reclama. Además, la construcción hace unos años de la Ciudad de la Justicia, del Auditorio y de la Piscina Provincial le dan sin duda una mayor actividad diaria pese a ser una zona a las afueras de la ciudad.

Uno de los frentes de batalla abiertos, y que de momento han ganado, es evitar que se convierta en sede permanente de actividades de las fiestas de la Magdalena. «No nos oponemos a que pueda haber algo, pero no aceptamos que tengamos que sufrir siempre las molestas del Mesón del Vino, la Feria Alternativa u otros actos. Ya están los conciertos en el recinto de ferias y mercados como para tener que absorber más eventos que generan ruido, suciedad y molestias a la vecindad», subraya Ignacio Dordá. «Solidaridad, sí, pero entre todos», añade Grau.

Agricultura ecológica

De retos para el futuro, la meta es conseguir huertos urbanos «que revitalicen la agricultura ecológica, más allá de lo que se ha puesto en otros puntos de la ciudad para entretener a la gente mayor», señala Vicent Grau, que apuesta por contar con cooperativas para potenciarlos. También se quiere proponer la apertura de los colegios por la tarde para que los niños puedan hacer deporte y la posibilidad de crear un pequeño espacio polideportivo en el solar frente a la Ciudad de la Justicia que en su día fue ocupado por un colegio prefabricado.

Todo ello lo plantearán al ayuntamiento, con quien aseguran haber tenido una «excelente relación» con el anterior concejal de distrito, Miguel Ángel Mulet, y con quienes confían en seguir manteniéndola de cara al futuro. La asociación, que también reclama más arbolado en todo el bulevar, dispone de un amplio local cedido por el consistorio, que abren a otros colectivos como Amart. En él desarrollan una variada programación cultural y educativa que tiene el reto de unir a todos los vecinos en un sentimiento de barrio aún por alcanzar.

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