Sin goles, el mini derbi de Castalia prolongó la racha sin victorias de ambos equipos. Seis jornadas sin ganar llevan Castellón y Villarreal C, que ayer disputaron un duelo contenido, gobernado por la mesura hasta que se desparramó en la recta final. En la ruleta de ocasiones, cualquiera pudo resultar ganador, pero a los dos les falló la puntería.

El Castellón se aplicó como ya no se recordaba. Por primera vez en demasiado tiempo, se alejó del caos y abrazó las bondades del equilibrio. Tampoco hizo nada del otro mundo, pero sí lo mínimo exigible. Formaron once tíos cada uno en su sitio, corrieron, chocaron, intentaron jugar y a ratos lo consiguieron. Anduvo más ordenado que nunca, con las funciones de cada jugador delimitadas y claras. El paisaje requería un ejercicio de personalidad y lo hubo. Empezando por el adolescente Álvaro Gómez, sereno y limpio en la salida hasta que se lastimó, y terminando en la boya Antonio, sin picos de gloria, pero productivo en cada lance. No tiene Antonio una estampa que enamore, pero el ariete albinegro demostró que puede ser un complemento útil. Con él en el campo no hubo un pelotazo inerte. Tocó todas y, aunque perdió algunas, generó alternativas a su alrededor y ofreció una opción en el apuro.

Los albinegros, en los mejores tramos, crecieron en el duelo a medida que Marenyà creció en el partido. Se juntó mucho con Pruden en el costado diestro y otorgó templanza donde de inicio afloraban los nervios. Es bueno Jordi, lo sigue siendo, y ayer nos los recordó por si se nos había olvidado.

Por ahí cimentó el Castellón su dominio de la primera mitad, sin alardes pero con seriedad profesional, y por ahí llegó la ocasión más clara del tramo final del primer acto. Antonio aseó un saque de banda de Juanra y Pruden cruzó un centro tenso al área pequeña. No fue gol porque Clausí impactó mal el cabeceo.

Antes, para ambos, merodeos sin premio. Las mentadas aventuras de Pruden, para lo bueno (disparos, centros, córneres y faltas forzadas) y lo malo (pérdidas a contrapié). También para el Villarreal C, tímido de inicio, soltando flechas en transición en los valles de intensidad local.

Al descanso se llegó sin goles. El segundo filial amarillo mejoró en la reanudación. Javi García se acercó a la medular y creó superioridad. Hubo cambio de registros: con menos posesión, el Castellón se esforzó para robar lo más arriba posible. Cuando empezaban a pesarle las piernas, cuando empezó a crecer el faro Morlanes, al Castellón lo levantaron los cambios, por fin verdaderamente productivos.

El lateral Luismi y el mediapunta Gerard se enchufaron rápido y bien al partido. Le dieron al Castellón lo que necesitaba: oxígeno, voluntad y descaro. El arreón definitivo del equipo de Calderé fue menos limpio y paciente que el del primer tiempo, pero enganchó a la grada y amasó las llegadas suficientes para merecer al menos un tanto. Hubo algunas muy claras: el gol anulado a Lolo por fuera de juego tras un pase de fantasía de Marenyà; la mano salvadora de Ximo en un tiro raso de Pruden; y el remate desviado de Lolo, falto de fuelle, que culminó una acción de fuerza y empuje trenzada por Luismi y Pruden.

Ahí terminó la gasolina de Pruden, y el cansancio se hizo palpable en los dos conjuntos. Terminó mejor, eso sí, el Villarreal C, que desperdició dos ocasiones clamorosas. Las dos las tuvo el delantero Mario: en el minuto 89, al no embocar en área pequeña un pase de la muerte de Carlos Joel; y en el 93, cuando Álvaro Campos sacó un guante en el alambre del gol. Aún reponiéndose del susto tuvo la última el orgulloso Castellón, en el penalti tibio que reclamó Marenyà. Pero no hubo gol ni victoria ni vencedores ni vencidos. Al menos, hubo un partido de verdad. Y los futbolistas convirtieron en aplausos los pitos del principio.