«Nadie nos debería hacer de menos porque ninguna familia está exenta de tener algún caso de salud mental». Con esta frase, la castellonense María Alonso, viuda de 81 años y con un hijo con esquizofrenia, lamentaba la escasa colaboración de la sociedad en el Día Mundial de la Salud Mental celebrado ayer en la capital de la Plana. Para María, aún hoy existen estigmas de toda índole con enfermedades como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o el trastorno de personalidad.

En su caso, tiene un hijo de 43 años al que le diagnosticaron esquizofrenia. La pérdida de una libreta en la que habían firmado todos sus compañeros de clase en una cena de antiguos alumnos fue el detonante para que María y su marido decidieran poner a su hijo en manos de expertos. «Tenía 17 años, había terminado la EGB y estaba en BUP. Al parecer, se dejó la libreta en una cabina y tuvo una reacción desmesurada. Quería llamar a la policía, le echaba la culpa a la empresa de telefonía,... No era normal. Esto, unido a que había bajado el rendimiento escolar y se había vuelto muy extrovertido, nos hizo pensar que le podría pasar algo», relata la madre.

María acudió a un psiquiatra que le habían recomendado de Barcelona pero no fue hasta pasado unos meses cuando le diagnosticaron la enfermedad, coincidiendo con que le llamaron para cumplir con el servicios militar, y que ya no pudo realizar. Por aquel entonces, María recurrió a la Conselleria de Bienestar Social que, a su vez, le remitió a la Asociación de Familiares y Enfermos Mentales (Afem) de Valencia donde fue atendida. «Era todo muy precario pero era lo que había», reseña. La familia residía en la capital del Túria pero, tras jubilarse su marido, volvieron a Castelló donde la propia María impulsó la asociación. «La Cruz Roja empezó a ayudarnos y creamos Afdem. En un principio no eran proyectos muy ambiciosos pero, poco a poco, fuimos creciendo e incorporamos una psicóloga y una asistenta social, los recursos más solicitados por los afectados», añade María.

Atención médica

Actualmente, el hijo de María recibe medicación „varias pastillas y una inyección cada quince días„ y asiste a programas ocupacionales de Cruz Roja y Afdem Castelló, que le emplean toda la mañana. De esta manera, María sobrelleva mejor la atención a su hijo. «Este tipo de servicio son un gran apoyo para todos», afirma.

La situación ha cambiado mucho desde entonces. María comenta que, años atrás, la discriminación de estos enfermos era desde la propia administración. «Los fármacos no entraban en la seguridad social y ha sido poco a poco cuando se ha ido normalizado, aunque todavía hay estigmas. Los propios afectados no dan la cara y las familias se avergüenzan cuando es una enfermedad tan digna como cualquier otra. Hay que salir del armario», reivindica.

María ya piensa en el futuro de su hijo cuando ella no esté y confía en que pueda ser independiente. Espera que la fundación pueda concluir un proyecto de lavandería en el que empleará a personas con problemas mentales y que les servirá para ser autónomos y valerse por sí mismos. «Esta fase significará completar el ciclo de rehabilitación», concluye.