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El histórico cementerio de San José

La falta de conciencia colectiva de su valor histórico-artístico es la causa de su lamentable estado de abandono

Historia. El cementerio viejo acoge los restos mortales de políticos, artistas o empresarios, de víctimas de bombardeos, represiones y de notables tragedias, hitos de la historia castellonense desde 1862 hasta hoy. Arriba, a la izquierda, el suntuoso sarcófago de Francisca Balado en estado de abandono. Abajo, lápida con ejemplos de la simbología fúnebre propia del romanticismo. A la derecha, Queta Ródenas junto al requietorio de Teresa Vidal, conocido como «el palasiet». fotos: f. Vilar/j. damián llorens

Cada tumba es como la foto fija de toda una historia y cada cementerio como una colección de miles de esas fotos que da cuenta de la historia de un pueblo. Los cementerios abren puertas a las historias de la historia, las de los ricos y pobres, los virtuosos y canallas, historias particulares que entretejen la historia común, con sus luces y sombras.

El cementerio de San José fue inaugurado el 13 de mayo de 1861 con el entierro de una ciudadana pobre de solemnidad y virtuosa, tal y como el gobierno municipal quería. Antonia Llop fue la primera castellonense con esta condición social en morir una vez terminada la edificación y sus accesos. A su solemne entierro asistió la corporación municipal, el clero, los huérfanos y pobres de las instituciones de caridad y las dos bandas de música de la ciudad. Amortajada como una Virgen Dolorosa y dentro de un lujoso ataúd, el cuerpo de aquella viuda de 61 años fue llevado por seis serenos desde Santa María hasta el entonces nuevo camposanto para así inaugurarlo. Desde entonces, las calles del hoy conocido como cementerio viejo o cementerio de abajo han visto transitar el dolor humano en sus más diversas manifestaciones: angustia, desesperación, vaciedad, esperanza, confianza, serenidad...

Dar un paseo por este lugar con Queta Ródenas, del Grup per la Recerca de la Memoria Històrica de Castelló, es todo un lujo. Lleva poco más de dos años trabajando en una investigación a fondo, estudiando su evolución constructiva, identificando enterramientos, desvelando biografías, catalogando obras artísticas. Comenzó escribiendo una novela de corte histórico que se ambientaba aquí, Castellón en mis recuerdos (Acen, 2014), y puso después orden a la información sobre los enterramientos de represaliados por el franquismo en el cementerio civil, «la fossa», haciendo con ello un notable servicio a sus familiares y a cuantos se interesan porque no se pierda su memoria, ni la de las circunstancias de sus muertes, ni la de la dignidad que se les quiso arrebatar y por justicia les corresponde.

El cementerio civil es un pequeño recinto junto a la entrada principal del edificio, con puerta independiente. Fue el segundo de estas características en Castelló y se inauguró en 1924. Durante años los silencios del dolor y la soledad en este lugar fueron diferentes a los del otro cementerio, el camposanto. A menudo se acompañaron de incomprensión, otras veces de rabia y otras de vergüenza. Aquí se enterró durante más de un siglo a quienes no profesaron fe alguna u otra distinta a la católica y también quienes morían en pecado, según mentalidades ya obsoletas, como era el caso de los suicidas. Aquí reposan singulares difuntos, como August Stubbs (+ 1926) -el segundo enterramiento en esta tierra entonces segregada- que fue vicecónsul de la Corona Británica en Castelló y fundó la Castellón Oil Company, que comercializaba el petróleo de una mina en Ribesalbes, o quien fue conocido en Castelló como el inglés, Russel Ecroyd Neil (+ 1938), cuáquero, evangelizador, defensor y promotor del antialcoholismo y significado empresario. Pero la mayoría de los enterramientos del lugar corresponden a hombres fusilados durante el régimen franquista y masones. Sobre una gran piedra, una inscripción quiere hacer justicia con todos ellos: «En memoria de los olvidados».

El pasillo central del camposanto, flanqueado de viejos cipreses, reclama una parada junto a la cruz memorial, frente a lo que Ródenas nos refiere como el palasiet. Es una bellísima capilla de estilo neogótico construida a expensas de Teresa Vidal (+ 1892) para acoger los restos mortales de su joven esposo, trasladados desde el antiguo Cementerio del Calvario. Ahora acoge también sus restos y los de otros dos familiares y, en un estado ruinoso, también parece albergar encuentros y rituales furtivos. Al igual que Teresa, Francisca Balado fue de las primeras castellonenses en comprar un terreno en este cementerio. Su imponente panteón personal custodia su sepulcro, tallado en madera y dorado con pan de oro en un elegante estilo neobarroco, pero también la edificación se halla sumida en un penoso abandono y progresivo deterioro.

Bien conocida dentro y fuera de Castelló, la advertencia de la tumba anónima (+ 1911) es quizá la singularidad más representativa del cementerio: «Piensa mortal / quien quiera que tu fueres?» Pero no es esta la única pieza literaria que podemos leer. También la tumba del mencionado Stubbs nos regala un poema: «Mortal no me despierte / el eco de tus pasos al llegar / déjame reposar / que no hay mejor sueño que la muerte». Y Queta nos descubre además la sepultura de Germán Salinas (+ 1918), catedrático de Retórica i Poética del Instituto Ribalta: «?no sea que su llanto / me despierte / del delicioso sueño / de la muerte». Poemas, salmos y adioses están escritos sobre las artísticas piedras que llevan las firmas de numerosos escultores: Barchino, Michavila, Sanchis, Carrasco, Altava, Viciano, Buenosaires, Colón y, por supuesto, Adsuara.

Los nombres y las fechas se suceden por millares y con ellos las historias y las efigies de difuntos, de santos y vírgenes, de Cristo en su pasión, muerte y resurrección, y de símbolos y alegorías tan del gusto romántico. Los relojes parados el día y hora de la muerte, las calaveras y guadañas y los sauces, laureles, palmas o adormideras hablan in eternum de la vida y de la muerte en este lugar que reclama con urgencia una restauración a fondo y una puesta en valor como conjunto monumental de tanto aprecio histórico, artístico y, sobre todo, sentimental.

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