El cambio no surgió un efecto especialmente reseñable en el equipo. Se respiran las mismas miserias en las cada vez más despobladas gradas de Castalia. El equipo no gana allí desde el mes de agosto y cada vez nos pesan más las piernas para desplazarnos hasta la avenida Benicàssim. El cambio ya se intuía inútil. La anterior decisión no sirvió para nada, y esta ni ha servido, ni servirá. Ni los árbitros nos regalan penaltis cada jornada, ni el Ayuntamiento nos liquidará las deudas por un ridículo comunicado. Lo dicho, pasar de echar las culpas de unos a otros solo ha servido para volver a retratar sus (muchas) vergüenzas. Basta ya.

Ayer salí de Castalia destrozado. Creo que no abandonaba un partido del Castellón con esa sensación desde la derrota ante el Jove Español de hace dos temporadas en el Javier Marquina. También con remontada, también con horario extraño, también sin apenas público, también con dudas sobre la estabilidad y el futuro del club.

Ayer hicimos un amago de levantarnos, asomaban las dos victorias consecutivas tras una primera parte más que destacable. Nada. Guantazo en la sien y a besar la lona de nuevo. Y es jodido, porque el tiempo pasa y no aparecen las soluciones por ninguna parte. El entrenador sigue sin sentarse en el banquillo, los jugadores importantes desaparecen de las convocatorias, la competitividad se desvanece y desde el palco no hay reacciones visibles salvo el reincidir en que la culpa es del mundo antes que suya.

El equipo le dio la vuelta a sus carencias y donde antes había mucho, ayer hubo muy poco. Si a Calderé le pedíamos calma, orden y estabilidad a la hora de atacar hasta con el portero, ayer Kiko hizo todo lo contrario. Hubo orden y hubo calma hasta decir basta. Pero cuando el equipo tenía que atacar, se quedaba en su campo. Cediendo muchos metros a un Orihuela que sí, que no pudo entrar al área, pero que se bastó con un golazo desde fuera de la misma para resquebrajar mentalmente a un Castellón que se vio con su plan por los suelos y sin capacidad de reacción.

Sería injusto reconocer que el Orihuela mereció la victoria -porque no fue así- y que el Castellón no tiene soluciones en el campo -porque solo llevamos dos partidos con Kiko- pero la primera con el catalán ya ha caído de la forma más dolorosa posible.

Se fue uno cuyas virtudes nos llevaron alto, pero sin capacidad de autocrítica. Quizá Kiko hoy no sería entrenador del Castellón si Calderé hubiera sabido rectificar sus muchos errores. El tiempo es a lo único que podemos agarrarnos. Estamos en noviembre y el equipo tiene muchas carencias. Solo queda confiar en que Kiko las haya detectado, asuma su parte de culpa y trabaje para mejorarlas. Será complicado en un contexto donde nadie lo ha hecho en demasiado tiempo.