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El barrio de...

El barrio familiar donde florecen las rosas

De pedanía, a zona residencial bien comunicada

María Llorens y Andrés García son dos de los primeros vecinos que ocuparon el barrio en los años sesenta, cuando se urbanizó el grupo periférico. carme ripollés

El distrito oeste de Castelló atesora uno de los barrios más apacibles de la ciudad, el Grupo Roser, donde conviven las mismas familias desde hace cincuenta años y algunos residentes nuevos que han encontrado en sus calles un lugar idóneo para echar raíces. Para entender la idiosincrasia de este barrio, donde aún es costumbre salir al fresco en las noches de verano y sentarse a la puerta de casa, es necesario revisar su historia. Uno de los vecinos que mejor la conoce es Pascual Barreda.

«El Grupo Roser es el único barrio periférico de Castelló que se construyó con arreglo a un plan urbanístico, siendo su arquitecto Luis Ros de Ursinos i Polo de Bernabé», relata. La comisión permanente del ayuntamiento autorizó la parcelación en 1960 y un año más tarde empezaron a llegar los primeros habitantes. Los solares se vendieron a 9.000 pesetas y el Instituto Nacional de la Vivienda daba una subvención de 30.000 a los propietarios que construyeran sus viviendas en el plazo de dos años.

De esta manera, los campos de olivos y algarrobos que poblaban la zona dieron paso a humildes construcciones de una o dos alturas que, dispuestas en hileras, conformaron una pequeña trama urbana anexa a la ciudad. De hecho, era considerada una pedanía de Castelló, según recuerda otro vecino ilustre, Jesús González, quien ejerció como alcalde pedáneo durante los años 70. «Se vive maravillosamente, no me voy de aquí ni a tiros», dice orgulloso de su barrio este albañil jubilado natural de Ciudad Real. Y lo mismo deben de pensar sus hijos, que se han quedado a vivir en el sitio en el que nacieron.

Al igual que Jesús, los primeros vecinos del Grupo Roser procedían de Castilla-La Mancha, pero también de Andalucía, Teruel y el interior de la provincia de Castelló. En la actualidad, son 250 los residentes del barrio y ahora, como entonces, «se vive en un ambiente de pueblo dentro de la ciudad», según Pascual Barreda, para quien la calidad de vida en esta zona reside en «la familiaridad de los vecinos». Todos se conocen, se saludan al cruzarse por la calle y se llaman por su nombre. Los niños juegan despreocupadamente en el parque y cada vecino aparca en la puerta de su casa -«es una norma no escrita», afirma-.

En el barrio donde florecieron decenas de familias también habitan las rosas. De hecho, son su emblema y le dan nombre. «Se dice que la esposa del promotor era muy amante de estas flores y, por ello, todas las viviendas tienen jardineras frente a la puerta y la obligación de plantar en ellas, al menos, un rosal», explica Pascual. Así esta zona fue bautizada como Grupo Roser y los vecinos, aun hoy en día, siguen cuidando los fragantes rosales, que se han convertido en santo y seña del barrio.

Algunos de los ejemplares más lustrosos se encuentran delante de la casa de María Llorens, otra residente veterana. Es de las primeras que poblaron el barrio, del que habla maravillas. «Tienes muchas comodidades aquí, está el autobús urbano que te lleva al centro de Castelló, y cerca hay un Mercadona, una farmacia y la universidad... Me gusta vivir aquí y nos conocemos todos de toda la vida», dice convencida.

La construcción de la Universitat Jaume I a escasos metros ha supuesto la conexión del Grupo Roser con el casco urbano. Además de contar con más comercios cercanos, tiene a su disposición servicios básicos como colegios - los niños del barrio van al Manel Garcia Grau y al IES Bovalar- y un consultorio médico.

En la misma calle Costa Rica, frente a la casa de María, vive Andrés García, de 84 años. Este albaceteño es el dueño de la primera vivienda que se construyó en el barrio. «El barrio es muy tranquilo y tenemos de todo. Además, lo bueno, es que somos como una familia», destaca sobre su vecindario.

La cercanía de los residentes hizo que pronto, en 1985, surgiera el movimiento vecinal en el barrio y hoy en día es Pascual Barreda quien se encarga de liderarlo. No disimula el orgullo de algunas de las mejoras que han conseguido para el Grupo Roser, como la construcción del Centro Cívico Elena Pons en 1998, al que bautizaron con el nombre de una de las impulsoras de la asociación vecinal, o el parque de la plaza Jaime Ribes, que constituye otro de los puntos de reunión habituales. Fruto de la acción vecinal se organizan talleres de corte y confección, bailes regionales, charlas y actividades musicales todo el año. Además, este grupo periférico celebra varias fiestas, como Sant Antoni, carnaval, el día del vecino, las fiestas de verano o, incluso, Halloween.

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