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Rabos de pasa

Castelló en el tren de la Historia

Santa Cruz Teijeiro y Enrique Beltrán asistieron a la entrevista entre Franco y Hitler, con Serrano Suñer como protagonista del encuentro

Castelló en el tren de la Historia

La conferencia entre Franco y Hitler celebrada en octubre de 1940 en un vagón de tren en la estación de Hendaya tuvo como testigos de excepción a dos castellonenses y medio. Los primeros fueron el diplomático Enrique Beltrán y el catedrático de derecho romano José Santa Cruz. El otro era Ramón Serrano, ministro del dictador y castellonense de adopción. El Cuñadísimo (marido de la hermana de Carmen Polo) era hijo del ingeniero director de la obras del puerto y de ahí le venía lavinculación con la Plana.

En aquel encuentro, España se debatía entre formar parte de las potencias del Eje Berlín-Roma o declarar su «no beligerancia». El general Franco debía buena parte de sus éxitos a la Legión Cóndor, pero la situación catastrófica en que había quedado el país desaconsejaba a todas luces entrar en guerra. La oferta del Führer era altamente tentadora: tomar Gibraltar, ampliar los límites del protectorado africano al Marruecos francés y ganar el Camerún para los territorios de la Guinea. La alta concentración de germanófilos por parte española también invitaba al belicismo. Pero las nueve horas que duró la reunión no sirvieron para arrancar del Jefe de Estado más compromiso que el envío de una división de falangistas a los frentes de batalla y la firma de un convenio cultural, en virtud del cual se rodarían varios films en los estudios de la UFA.

Los dos testigos

Santa Cruz Teijeiro, según explicó el propio Serrano, fue el «compañero de estudios de toda la vida, (...) germanista que había estudiado en la Universidad de Friburgo con los profesores Kinkel y el romanista máximo Otto Lenel». Acreditados sus conocimientos de derecho romano y alemán, acudió a la cita para asistir al barón de las Torres y traductor oficial de la conferencia. Tras el encuentro, el aristócrata e intérprete declaró: «la actitud del Caudillo ni ha podido ser más viril ni más patriótica (...) pues se ha mantenido firme ante las presiones y ha pasado por alto gran dignidad los malos modos del Führer».

Por su parte, el diplomático Enrique Beltrán Manrique viajó a Hendaya en calidad de secretario de la reunión por ser cónsul de España en Burdeos en la Francia ocupada. Esta era una plaza complicada al contar con la presencia de una ingente población de exiliados republicanos. A pesar de la dificultad, el almassorí se ganó el respeto de ellos, así como el de los judíos perseguidos por la Gestapo, a los que facilitó el pasaporte, so pretexto de que eran descendientes de los sefarditas expulsados por los Reyes Católicos.

... y el protagonista

El que sí que puede considerarse uno de los actores principales de esta historia, pues vivió en primera persona aquellas largas horas del 1940 encerrado en el interior del convoy ferroviario, es el ministro de Exteriores Ramón Serrano Suñer.

En ese año la posición del régimen todavía era mayoritariamente favorable al III Reich. No obstante, las tensiones internas en el generalato, con el «Libertador» de Castelló Antonio Aranda al frente de la facción de anglófilos que previamente habían sido untados por la Pérfida Albión, invitaban a la prudencia, incluso a la neutralidad.

En aquellos días, en el Casino Antiguo de Castelló, donde la contienda enfrentaba a germanófilos y aliadófilos de salón, se escuchó: «En el 41, no comerá ninguno, el 42, ni Franco ni Dios, y el 43 sólo el inglés». Estos ripios apócrifos apuntan al declive político que iba a sufrir en carnes el Cuñadísimo, pues los acontecimientos bélicos, con la victoria soviética en Stalingrado y la entrada de EEUU en el conflicto, ya no eran halagüeños para los nacional-socialistas.

Fue entonces cuando el castellonense de adopción cayó en desgracia. En septiembre de 1942, Ramón Serrano Suñer fue cesado fulminantemente por su cuñado en el Consejo de Ministros. Tal vez pesó en la decisión el atentado en la iglesia de Begoña de Bilbao en el que un falangista quiso volar por los aires al ministro del Ejército y a varias decenas de requetés. Pero, según se dijo, un escandaloso affaire entre Serrano, marido de la hermanísima, y la marquesa de Llanzol, del que nació la niña no reconocida Carmen Díaz de Rivera, bien podría haber sido el motivo que provocó que le enviaran al moto­­rista.

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