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El último león y el juego del azar

Cuando, con anterioridad, nos hemos referido a la baronía de la Pobla y su incidencia en la Plana, no nos hemos olvidado de que el señorío desmembró una parte de sus posesiones en época moderna. Así, de aquel título enraizado de los Casalduch, se disgregaron los dominios de Benicàssim y Montornés, con su propio barón. Esto ocurrió hacia 1620 y desde entonces existe noticia de la hidalguía vinculada al apellido Giner, una familia que atribuye la llegada de un primer colono junto a las tropas de Jaime el Conquistador. Más adelante, los descendientes de este adelantado catalán fueron «desafectos» a los últimos Austrias, una circunstancia que les valió el reconocimiento de los primeros Borbones.

Precisamente, un heredero de estos notables «botiflers», Francisco Giner, fundó el primer casino de Castelló en la Casa de l´Aigua del carrer de Cavallers. Y, poco después, por sus vínculos con la estirpe Font de Mora, abrió otro centro recreativo en Vila-real. El de la capital de la Plana, con los años se trasladó a su ubicación actual, en la Porta del Sol. Allí, el negocio del juego fue en aumento pasándose de las timbas de guinyot y el truc por parejas, a las apuestas de roulette, bacarrá y blak jack dirigidas porcroupiers.

Ya en el franquismo, la prohibición del juego obligó a que esta practica se desarrolara en la clandestinidad más extricta. Así, un día, un comisario de policía nuevo en la plaza, acudió hasta el inmueble para realizar un registro rutinario. Sorprendido al ver todo aquel utillaje de ruletas, tapetes y fichas emerger entre la humareda, ordenó clausurar el local de inmediato. Pero cuál no sería su extrañeza, que en el instante mismo en que el gobernador civil supo de su decisión le recomendó que optara por un destino mejor en otra provincia.

Pasado el tiempo, fue el comandante del destacamento el que se plantó en el caserón para investigar un tema relativo al consumo de pescado en veda. Entonces, Paco León, barón de Benicàssim y presidente del Casino, viéndose descubierto en la actividad fraudulenta que realizaba el abastecedor y en la del juego que él toleraba, le soltó una frase que resonó en el salón pompeyano: «Esperábamos vernos honrados por la presencia de un ilustre marino de la Armada española, y resulta que viene en funciones de "fiscalero"».

En los últimos días de vida de Paco León, y hallándose muy enfermo, una ambulancia lo trasladó de su domicilio de la plaza de la Paz hasta una notaría de Madrid. Serrano Suñer, pariente lejano del último titular de la baronía que no contaba con descendencia reconocida, dispuso lo necesario para que el castellonense testara a favor de su numerosa prole. Y es que don Ramón, ademas de un cuñado, también tenía un primo.

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