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Piedras y bronces «in memoriam»

Rodríguez y Llorens, dos continuadores de la obra de Adsuara, han dejado impronta de su arte academicista en monumentos públicos

Monumento a los «25 años de paz» de Adsuara en el que estaba previsto instalar la estatua de Franco. El escultor Llorens Poy modelando el boceto de la «Piedra Histórica de Castelló» de Santa Clara.

La escultura neoclasicista tiene en Manuel Rodríguez y Llorens Poy dos epígonos preclaros de un estilo que nos transporta a Fidias. Los cánones clásicos que ambos desarrollaron a lo largo de unas dilatadas trayectorias artísticas cobró especial fuerza en forma de monumentos «in memoriam» que pueblan nuestras ciudades, incluso las otras latitudes más alejadas.

Manuel Rodríguez, natural de la localidad de Navajas, es el autor de una prolija obra academicista que va del monumento a la entrada de toros de Segorbe, al Francesc Vinatea de Valencia y que tiene como culmen el conjunto escultórico dedicado al soldado irakí, «el bronce más grande del mundo», (19 metros de altura y 18 toneladas de peso) según explicó él mismo, cuando ganó el concurso internacional convocado por Sadam Husein en 1983. El escultor había de trasladarse hasta Bagdad para realizar su trabajo, pero alegó que el calor no era un buen aliado del modelado, y pudo resolver el encargo en su taller del Palancia, para luego trasladar el conjunto por piezas en varios fletes desde el aeropuerto de Manises.

Sus palabras también cantaron las bondades de sus patrocinadores baazíes que, tras conocer el proyecto del castellonense, decidieron reconstruir las antiguas puertas de la ciudad que construyó Almansur en la entrada principal de la capital y que, según le contó el propio ministro de Cultura, iban a tener el detalle de rebautizar con su nombre.

Tras las dos guerras del Golfo que se han sucedido en la región mesopotámica, desconocemos cómo habrán quedado las mencionadas puertas rodríguez y el monumento al héroe irakí.

La «piedra» de Llorens

La llamada «Piedra Histórica de Castelló» es un encargo del año 1985 que el ayuntamiento de la ciudad hizo al escultor vila-realense Llorens Poy (1936-2014), un artista impermeable al modernismo que trabajó durante décadas en la basílica de San Pascual Baylón de su ciudad. La capital estaba gobernada por el regidor Antonio Tirado, que se dejaba asesorar por un grupo de sabuts renuentes al arte contemporáneo. Recordemos que aquellos años transcurren en paralelo a la «movida» de Tierno Galván y resulta complicado encontrar una población valenciana que no contara su alfaro. Estas generatrices en acero inoxidable fueron equivalentes a los chillidas en acero corten que comenzaron a inundar el País Vasco.

Pero Castelló (como Bagdad) permaneció ajeno a las corrientes abstractas en tres dimensiones y se encomendó al gusto neoclásico. ¿Qué estilo podía representar mejor la Historia que el historicista?, concluyeron los asesores en su consejo al alcalde. Dicho y hecho, la nueva plaza de Santa Clara, «la salita de estar de Castelló», según expresión del propio Tirado, iba a contar con una mole de piedra caliza de seis toneladas de peso y siete metros de altura. Los altorrelieves habían de sobresalir en sus dos caras principales, una dedicada a la iconografía ligada al pasado y la otra a los personajes alegóricos. Mientras duró la realización de la obra -el modelado en barro, el vaciado en escayola y el sacado de puntos- se habló mucho de los modelos que habían posado para el artista. Y, con la «Piedra» sobre el pedestal, la gente buscó los parecidos como en las caras de Belmez. El torso desnudo del labrador parecía el de un futbolista del Club Deportivo, el grupo de los sabuts tenía similitudes con los obispos Salinas y Climent, y hasta el alcalde, que entonces era socialista y más tarde apoyó al PP, se daba un aire al rey don Jaime.

Rodríguez y Llorens son continuadores del buen oficio de Juan B. Adsuara, el único natural de la provincia que ha sido Primera Medalla Nacional de las Bellas Artes. A pesar del acreditado republicanismo de éste, la dictadura contó con él para erigir en la capital la estatua del Generalísimo Franco con motivo de los «25 Años de Paz». La alegoría, que preside hoy la plaza de María Agustina es una figura femenina en cuyo brazo derecho se posa una paloma. Pero esta dama vino a sustituir a un caudillo que, ya salido de la fundición, se comprobó que visto de perfil podía dar lugar a comentarios hilarantes. Y es que el general de cuerpo entero exhibía el bastón de mando a la altura de la cintura. Ante esta visión vigorosa pero impropia, los jerarcas consideraron inoportuna la erección del monumento.

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