Mozo , sírvame la copa rota, sírvame que me destroza esta fiebre de obsesión», cantaban Los Rodríguez allá por los 90, versioneando el éxito de José Feliciano. «Mozo, sírvame la copa rota, quiero sangrar gota a gota el veneno de su amor», continuaban con Calamaro a la voz, aún en condiciones deplorables en algún que otro concierto, tambaleante en alguna que otra ocasión. Pero cantarlo, como podían, lo cantaba.

Hoy el que llega roto a la Copa es el Villarreal. Tambaleante como el propio Calamaro (no confundir con el vecino de Bob Esponja), con la bandera blanca en busca de una tregua en forma de descanso que no llegará hasta Navidad y que obliga al equipo a un esfuerzo más a lo largo de este mes. Y uno, por desgracia y con los argumentos que ofrece la propia realidad, duda de si están en condiciones de realizarlo con solvencia.

Demasiados problemas, demasiadas lesiones como para que no hayan acabado por afectar definitivamente a un grupo que parecía solido. Y, lo que es peor, lo ha hecho ya de forma estructural. Si la defensa mantenía mal que bien al equipo en los peores momentos, ante Eibar y Getafe esta empezó a resquebrajarse. La baja de Mario, el mejor de largo esta temporada, las de Rukavina o Víctor Ruiz , cerrojo fiable hasta la fecha, con un Musacchio son rodaje y un Bailly demasiado verde, dejan poco anclaje al que agarrarse.

El Villarreal comenzó la temporada con una delantera que prometía. Bakambu apuntaba a jugador revelación con solo tres jornadas ?y se rompió. Baptistao, con golazo incluido, parecía dispuesto a enterrar esa racha de serena promesa para destaparse definitivamente en El Madrigal ?al pozo. Lo de Adrián fue presentación, debut y hasta luego Lucas. ¿Y Soldado?. Soldado es como aquel chino del chiste al que le meten un gol en un partido jugado con otros tres mil dentro de una cabina de teléfonos: !¡Es que me dejáis solo coño!!. Mientras tanto, a falta de todos los goles que quisiera, acumula tarjetas fruto de la desesperación. ¡Para uno que no se lesiona!

De la defensa ya queda dicho. Hoy habrá que echar mano hasta del Villarreal C para completarla . Pero más me preocuparía , si fuese Marcelino, lo que pasa con la única línea que no cuenta con la excusa de las lesiones. Sigue faltando, varias semanas después de haberlo dicho y escrito, desborde, creación, magia. Aquello que otrora el Villarreal acumulaba a raudales en tres cuartos y que ahora ni está ni sabemos si se le espera. Ojalá que sí, porque de lo contrario habría que buscarlo donde fuera.

Con este panorama, poca solución definitiva a los males veo en las próximas semanas. Para qué les voy a mentir: Lo que hay ya no es mucho y cada día menos. Y lo que queda tampoco se presenta como gran solución. Un panorama que ya se vivió en la recta final de la pasada temporada , cuando sin los Musacchio, Asenjo, Bruno y un largo etcétera, el equipo se deshinchó hasta caer en cifras como las actuales. Es decir, tristes. Por entonces la campana del final de temporada les salvó.

Ojalá este año, con el regreso de los pesos pesados y con el espabilamiento de algunos otros, la cosa cambie radicalmente de cara a la segunda vuelta del campeonato liguero, que es el consuelo que nos queda. Hasta entonces, apretar el culete, pasar la Copa ante un Segunda, salvar la primera plaza del grupo en Europa (si se puede) y tratar de ganar el domingo al Rayo deberían ser objetivos que amarrar. No veo al equipo para mayores fuegos artificiales en este momento.