El entrenador del Vila-real, Marcelino García, salió a los medios la noche misma del empate inútil frente a un equipo menor, para confesar una verdad que hasta ahora había sido incapaz de aceptar públicamente. Y como uno es crítico y acepta mal los paños calientes cuando los protagonistas no están bien, pero pretenden hacernos comulgar con ruedas de molino, cuando por una vez Marcelino se ha dejado de declaraciones cuanto menos preñadas de lugares comunes y ha decidido reconocer que no es un genio, sino un profesional que se gana la vida honradamente entrenando a un equipo de Primera División. Este servidor le toma la palabra y le reconoce su sinceridad: ha reconocido Marcelino no saber qué le está pasando al equipo y más le gustaría que alguien le dijera qué es lo que le está pasando al equipo.

Creo que lo que le pasa a su equipo, señor García, no es una cosa, sino más de una. Entiendo que hay dos cosas principales: una, las lesiones musculares, muchas y supuestamente mal resueltas; dos, el escaso rendimiento de los dos Samus que procedentes del Málaga, con grandísimas expectativas Castillejo y con vitola de un gran jugador de club García. A mi juicio, ni uno ni otro han con firmado el talento del que supuestamente disponían. No se han acercado, ni mucho menos, a los futbolistas que sucedían, digo de Campbell y Cheryshev, dos futbolistas de un grandísimo rendimiento en dos posiciones principales en cualquier equipo al que le guste disponer de la bola. El equipo, además de sentir la lesión curada y vuelta a aparecer y así una y otra vez de Bakambu, no ha asistido con los puntas con el talento y la solvencia de sus predecesores. Así las cosas, dos delanteros de la categoría y las cualidades de Soldado y el referido Bakambu, o quedan en su lugar natural a la espera de servicios, que no llegan, o han de bajar a buscarse la vida y no es eso, no es eso.

El Villarreal necesita, porque no lo tiene, a un Bruno en forma, acompañado de Trigueros, a condición de que este último se comprometa con el equipo a pleno pulmón. Si no lo hace, su sustituto natural, a mi entender, es el mexicano Dos Santos. El sistema defensivo del equipo ha venido actuando hasta hace poco con gran solvencia, hasta que las lesiones y los desafortunados cambios lo han desorientado. Las rotaciones son al fútbol moderno el mal menor, a condición de que, en cada encuentro, formen los jugadores que se hallen en mejor forma física y mental. Cambiar por cambiar no tiene ningún sentido, como no lo tiene la sustitución del portero titular por el suplente.

No es lo mismo sustituir al portero titular del Barça por el suplente, que a Areola por el suyo. Finalmente, y permitiéndome la libertad, me parece capital una circunstancia extraña: el Villarreal acostumbra a entrar en el partido no antes de transcurridos los primeros quince o veinte minutos, tiempo en el que habitualmente suele quedar a merced del adversario, conocedor de que el submarino no despertará hasta pasado un tercio al menos de la primera parte.

Convencido como estoy de que el entrenador Marcelino García es uno de los mejores entrenadores que el Villarreal puede pagar, me he limitado a recoger el guante de su invitación a que alguien le ayude a entender lo que le puede estar pasando al Villarreal, un equipo al que su talón de Aquiles es la falta de compromiso del que hace gala. Este domingo, ante el Madrid, las cosas pueden ser distintas porque, resultado al margen, ante cualquiera de los grandes, al submarino el entusiasmo, la pelea, el compromiso, la concentración y las ganas de vencer, le vienen de serie. Dicho todo eso, con perdón y el respeto debido.