Los contrates de la ciudad son muy visibles en las calles que rodean el casco histórico de la capital de la Plana. Lo que hace décadas eran los arrabales de la ciudad, en la actualidad se han integrado plenamente en el corazón del municipio y siguen manteniendo su tipología urbanística casi inalterable, aunque en ocasiones con cierta dejadez por parte de propietarios.

La plaza Columbretes de Castelló, en el distrito norte, es un claro ejemplo del urbanismo para perderse y para olvidar. Esta pastilla está flanqueada al oeste por la Ronda Magdalena, al norte por la calle Compromiso de Caspe, al este por Almansa y al sur por Cerdán de Tallada, que es la conexión desde la ronda Magdalena hasta la calle San Roque.

Es esta zona, la cara este de la plaza, la que se sumerge en decenas de pequeñas casas unifamiliares, las de «tota la vida», que conforman los «ravals» de esta parte de la ciudad. Se trata de un barrio donde vive sobre todo gente mayor ya que las nuevas generaciones han optado en general por irse al extrarradio.

Es por ello que la plaza Columbretes fue elegida en su momento por el ayuntamiento para instalar los cada vez más habituales aparatos para que los jubilados puedan realizar ejercicios de mantenimiento, aunque cierto es que rara vez se les ve utilizarlos. En cualquier caso, esta actuación urbanística mejoró sin duda la imagen de la plaza, donde se puede disfrutar también de la visión de una fuente que intenta trasladarnos a las profundidades de la reserva marina del archipiélago castellonense que le da nombre.

Frente a esta cara alegre de la plaza, concentradas sobre todo en la parte de la calle Almansa, se puede ver cómo el paso del tiempo ha sido implacable para algunas de estas viviendas unifamiliares de planta baja y una altura. Muchas de ellas, abandonadas, son una absoluta imagen decadente del urbanismo de la ciudad. La falta de interés de los actuales propietarios a la hora de mantenerlas en buen estado provoca que, lo que podría ser un coqueto barrio de pequeñas viviendas del pasado castellonense, sean en la actualidad focos de insalubridad. El problema es mayor cuando, además, suponen cierto riesgo para las personas por algún que otro desprendimiento que ha obligado al ayuntamiento a tener que perimetrarlas con vallas, lo que sin duda debería servir para reflexionar.