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El barrio de «d'alt de la via» que venció al ferrocarril

La asociación vecinal es una de las más antiguas

El presidente de la asociación del Grupo San José Obrero-Crèmor, Emilio Meneses, en la plaza Pintor Sorolla. carme ripollés

El Grupo San José Obrero-Crèmor de Castelló cambió por completo su fisonomía tras el soterramiento de la vía del tren a finales de los años 90, una barrera infranqueable que condicionaba su crecimiento y lo separaba del centro de la ciudad.

«Era un barrio de gente trabajadora», recuerda el presidente de la asociación de vecinos, Emilio Meneses, quien se afincó en la calle Useras en 1975. En aquella época muchos vecinos de pueblos del interior de la provincia adquirieron una residencia en esta zona del distrito oeste. Entonces los únicos puntos de acceso al barrio eran el paseo Ribalta y la avenida de l'Alcora, mientras que los límites los marcaba la antigua N-340 y el ferrocarril, de ahí que los castellonenses aludieran a la zona como «d'alt de la via».

«Estábamos encajonados entre ambas barreras», recuerda el representante vecinal. El problema de estas fronteras urbanas radicaba no sólo en que separaban al barrio del resto de la ciudad, sino en la falta de seguridad. Según relata Meneses, eran frecuentes los robos, sobre todo, de vehículos. «A los ladrones les resultaba fácil operar en esta zona porque la nacional estaba al lado y podían huir con rapidez», añade.

Fue la presión vecinal la que acabó desatascando la situación. «Hacíamos manifestaciones y cortábamos las calles» para pedir que soterraran las vías del tren, recuerda. Y lo lograron. Fue «El principio del fin», tal y como atestigua una escultura bautizada con este nombre que recrea el hito más importante en la historia reciente del barrio. La estación se trasladó al otro lado de la nacional, que dejó de ser carretera para convertirse en la calle Pintor Oliet. Por donde antes discurrían las vías del tren, a principios de los años 2000 se levantó el bulevar de Renfe, cuya transformación culminó con la instalación de El Corte Inglés hace ya un decenio. La llegada de los grandes almacenes trajo nuevos aires al barrio. «La gente está orgullosa porque alegra mucho la zona, antes la calle Pérez Galdós estaba muerta, no pasaba nadie por aquí», explica Meneses. En definitiva, la remodelación de la zona supuso echar abajo la barrera arquitectónica y que el barrio quedara prácticamente integrado en el centro de la ciudad. Sin embargo, no todo se hizo bien. «El tráfico no está bien diseñado», lamenta Meneses. A su juicio, al final de la calle Cronista Muntaner tendría que haberse instalado una rotonda que comunicara las calles del barrio, ya que el acceso a esta zona sigue siendo complicado.

Pero el soterramiento de las vías y el cierre de la nacional no fueron los únicos logros de la asociación vecinal del Grupo San José Obrero-Crèmor. Los residentes también consiguieron que el barrio dispusiera de un centro de salud , instalado en la calle Pintor Sorolla desde hace treinta años. Y mientras la estampa del barrio cambiaba, también lo hacía el perfil de sus residentes. Aquellos primeros pobladores de la zona, procedentes de Vall d'Alba, Atzeneta o Vistabella envejecieron y muchos volvieron a sus localidades de origen. «Ahora hay pisos prácticamente vacíos porque las familias que vivían aquí hace años ya solo bajan a la ciudad cuando tienen que hacer alguna gestión», detalla el representante vecinal.

Los edificios que conforman la arquitectura del barrio tienen entre 30 y 50 años de edad, los más antiguos, y comparten espacio con fincas de nueva construcción que dispararon el precio de la vivienda en la zona por la proximidad de la gran superficie comercial y su cercanía al centro de Castelló.

La crisis ha hecho mella

La asociación de vecinos del Grupo San José Obrero-Crèmor es una de las más antiguas de la ciudad. Sus estatutos datan de noviembre de 1977 y, a pesar de su solera, no ha escapado de los efectos de la crisis. «Cuando me apunté, era el socio 989 y ahora tan sólo somos 200 miembros en la asociación», lamenta el presidente de la entidad. A su juicio, el asociacionismo vecinal «ha bajado mucho» en general porque el contacto con la administración local es más directo y la gente no necesita intermediarios.

Además, en años de crisis los vecinos recortan gastos y ya no participan en la asociación. De hecho, «hay muchos padres que han dejado de traer a los niños a las actividades que organizamos», lamenta Meneses. A pesar de ello, la entidad vecinal ofrece un abanico muy amplio de cursos para los residentes del barrio. Bailes de salón, bolillos, costura, pilates y yoga, son algunas de las actividades que se realizan. También contempla otras educativas como las de lectura o inglés.

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