Son testigos inmóviles de la vida ajetreada de la ciudad. No se suele reparar en ellos, pero su presencia muda dota de color el paisaje de asfalto y, sobre todo, exhala el necesario aire puro en el medio urbano. Algunos árboles de la capital de la Plana han visto crecer a varias generaciones de castellonenses, mientras otros, más jóvenes, se abren camino en aceras y plazas abarrotadas. A veces causan molestias por la cantidad de hojas caídas, la resina desprendida o porque alguna rama no ha podido resistir los envites del viento. Reciben golpes de coches o balonazos en parques de juego, soportan orines de perros y sus cortezas, a menudo, sirven de lienzo para mensajes románticos.

Están ahí, pero apenas hay conciencia de su existencia. Y lo cierto es que los árboles son también patrimonio de la ciudad. Los ejemplares más antiguos de Castelló se encuentran en el parque Ribalta, el parque de la Panderola y la plaza de María Agustina, con su famoso ficus monumental. El resto de árboles no tiene más de 50 años de edad. Las especies habituales que pueblan las calles son el naranjo, el almez (conocido como lledoner, en valenciano), la tipuana, el platanero de sombra, el pino blanco, la palmera washingtonia y la datilera.

La elección del tipo de árbol no es baladí. Su adaptación al clima local y al espacio en el que se ubica es fundamental no sólo para su supervivencia, sino también para ahorrar agua y otros recursos. Para las nuevas plantaciones «se eligen árboles adecuados al espacio, autóctonos y que sean fáciles de mantener», destaca el Ayuntamiento de Castelló. Entre las cualidades que se valoran a la hora de elegir una especie está «el poco requerimiento de agua, la poda mínima o nula y, a ser posible, que no ensucie por los frutos o semillas», destacan desde el consistorio.

El bosque urbano exige un mantenimiento diario que va desde podas de saneamiento, hasta tratamientos fitosanitarios o inspecciones visuales de su estado. Y es que, a veces, los árboles pueden dar serios problemas. La plaga del picudo rojo exterminó un gran número de palmeras canarias que ornamentaban varias calles de la ciudad. Hay epidemias más silenciosas, como la del pulgón o la psila (un insecto con aspecto de langosta), que afectan sobre todo a la tipuana, la jacaranda y el prunus. La caída de ramas en ejemplares viejos es también otro de los problemas recurrentes del arbolado de Castelló. De hecho, en los últimos meses algunos ejemplares del Ribalta y del Pinar del Grau se han visto afectados por las rachas fuertes de viento.