La exitosa temporada pasada de Ramón María Calderé en el Castellón nubló la concepción del fútbol y de la Tercera División a muchos, entre los que me incluyo. Hasta entonces, el Castellón no había sido capaz de encadenar cuatro victorias de forma consecutiva en tres años y rara vez se daba la licencia de golear en partidos contiguos y dar una alegría a la afición. Sin ir más lejos, el único de esos tres años en el que el equipo consiguió asaltar la fase de ascenso se basó en una solidez defensiva fuera de lo común, que apartó la vista de la alarmante carencia ofensiva que tenía el bloque.

Calderé nos engatusó con un juego poco elaborado y algo alocado que dio rédito positivo de inmediato: el Castellón comenzó a ganar y a golear. Todos nos lo creímos y alabamos constantemente porque, hasta entonces, el paso del club por la Tercera División había sido una ardua peregrinación sin rumbo por el desierto. El Castellón de Calderé, pese a todo, hizo grandes méritos para entrar en una historia que escribieron entre aplausos. Con siete victorias consecutivas, todos nos olvidamos de las carencias y les recibimos en el salón de la fama del albinegrismo al igualar la tercera mejor racha de victorias consecutivas de la historia del club en Tercera División (actual Segunda B).

Kiko Ramírez llegó sin vítores ni leyendas a sus espaldas. Cogió a un equipo más hundido, si cabe, que el de la temporada pasada y le espoleó sin necesidad de prender una mecha que se habría acabado consumiendo. Se pedía orden a su llegada. Un concepto un tanto abstracto y matizable; permeable según los ojos con los que se mire: a Benítez le llaman barraquero y de Mourinho dicen que es un genio. El equipo necesitaba equilibrio y mucha confianza, no en vano es el aspecto de este nuevo Castellón que más destacan los jugadores cuando hablan: todos se sienten importantes, todos son parte del equipo.

Con Kiko al frente, el Castellón no se ha quedado sin marcar en ninguno de los nueve partidos. Salvo en los dos primeros, en todos lo ha hecho, mínimo, por partida doble. 19 goles a favor por 8 en contra. El equipo ataca sin volverse loco y obtiene resultados, mejora defensivamente en cada partido y no pierde su identidad. Afirmo, sin miedo a equivocarme, que es el mejor Castellón que hemos visto en estos cinco años en Tercera División. Y sin alardes. Los que tampoco ha tenido Kiko hoy cuando ha igualado un récord que, hasta la temporada pasada, tenía más de 50 años de polvo a sus espaldas.

Un Castellón nuevo por el que merece la pena saltarse las vacaciones navideñas, coger dos trenes desde la otra punta de España y plantarse en Castalia para, por fin, disfrutar las cosas bien hechas. Desde el tren de vuelta, uno respira tranquilo: todo sigue igual en 2016.