Se ha instalado el Castellón en un interesante punto de rendimiento. En una zona de equilibrio tan agradable como fructífera. No necesita grandes alardes ni monumentales dramas, no necesita jugar especialmente bien para ir a lo que importa: marcar goles, sumar puntos y ganar partidos. Encuentra el gol de formas muy diversas y acumula victorias casi por inercia. Ayer sumó la séptima consecutiva, con la que Kiko Ramírez iguala la mejor racha del año pasado con Ramón María Calderé. Sin embargo, no podrían ser más diferentes ambos equipos. El del pasado, basado en la individualidad y la grandilocuencia, aupado con el mismo estrépito que generó después su caída. Y el de este curso, silencioso, casi invisible a los ojos de la afición, que prioriza el grupo por encima de cualquier nombre y que asoma, tras el solvente 3-0 en Castalia sobre el Recambios Colón, en el tercer puesto de la tabla, a siete puntos ya del otrora intocable Saguntino.

La obsesión albinegra de la semana pasaba por mantener la puerta a cero. Es una tara, la de encajar tantos en los primeros compases, que ha complicado la vida al conjunto de Kiko Ramírez, obligado a las remontadas con frecuencia. No es que saliera especialmente intenso ayer, más bien tibio, pero no hubo gol visitante que obligara al volteo contra corriente.

Al contrario, una vez pasaron los minutos de tanteo, el Castellón dominó el juego. Sin especial brillantez, pero con cuajo. El primer aviso fue de Jorge Giménez, en su entreno en Castalia, con una volea que se marchó al lateral de la red. Poco a poco, el conjunto local se adueñó del tempo. Rompió la primera ola de presión del Recambios, bien con conducciones de Luismi Ruiz, bien con Marenyà conectando con Meseguer por dentro, y a partir de ahí todo resultó más sencillo.

El partido deparó asimismo un duelo de hermanos: los Castells. El Castells del Recambios, Cristian, derribó a Meseguer en el flanco izquierdo. Pruden botó la falta con la dulzura que últimamente acostumbra. Funcionó la estrategia. Juanra cabeceó picado en el segundo palo y fue gol, pese al toque desesperado del portero Tamarit.

Tras el 1-0, el juego se volcó a la izquierda. Está Pruden que se ve tan sobrado que convierte cada lance en un concurso de habilidades. Cerró el primer tiempo un centro suyo que no supo embocar Jorge Giménez, y abrió el fuego albinegro del segundo un abuso cuádruple del propio Pruden: trituró a su par en la carrera larga, lo clavó en el recorte seco, lo bailó en el caño de vuelta, y levantó un centro perfecto desde la línea de fondo. Pifió Antonio el cabeceo y el martirio fue doble, porque de vuelta le vino la rosca de Jorge Giménez y, otra vez solo en área pequeña, remató de testa fuera.

Álvaro evita el empate

Ya transcurría entonces el segundo tiempo. El Castellón volvió a abrir rendijas para el susto. Tuvo una ocasión Carrascosa para igualar, al poco de la reanudación, pero Álvaro sacó una mano de las que nadie se acuerda luego, pero valen mucho, y tanto que valen.

Como ocurriera en la primera mitad, el Castellón mejoró a medida que avanzó el encuentro. La energía de Castells y Marenyà en el medio, con un derroche de robos y ayudas, empujó a los albinegros a campo contrario. El 2-0 llegó tal que así: una recuperación rápida tras pérdida, cerca de la frontal, y la pausa generosa de Pruden. Dobló y recibió Jesús López, cuyo centro no embocó Antonio a la primera pero sí Meseguer después. Continúa el noviazgo de Meseguer con el gol, y está donde cae el balón casi sin proponérselo. No falló de zurda y desde cerca, y sumó su séptimo gol en ocho partidos.

Que se dice pronto.

Con el 2-0, Marc Castells pidió el cambio y lo relevó Borja Gracia. El rendimiento no se resintió, tampoco antes con el debut del juvenil Escriche en banda diestra (cruzó en su primer balón un centro que Pruden estrelló en el palo), y tampoco después con la entrada de Gerard, con la inercia a favor y los visitantes caídos de brazos.

Fue precisamente Gerard el autor del tercero y definitivo, al definir de zurda y en parábola sobre el portero , en una delicia de gol. No cayó el cuarto de milagro, en la enésima arrancada del insaciable Pruden y en pleno deleite orellut, pero sí, y al cabo, la séptima victoria consecutiva.

Que se dice pronto, también.