Cuando estaba a punto de sonar la campana, un error infantil de Fernando Navarro le daba la victoria al Villarreal. El lateral del Deportivo derribaba en el área a Samu García en el descuento de la segunda mitad, después de que los amarillos habían sufrido lo indecible para defender el 1-1 que lucía en el marcador.

Bruno no perdonaba el penalti y le daba el triunfo a un Villarreal que, por una vez, se alió en la fortuna. Y es que los amarillos, tras verse contra las cuerdas en muchos tramos de la segunda mitad, se encontraban con un regalo que les permitía sumar su quinta victoria consecutiva. Además, el equipo de Marcelino se afianza en la cuarta plaza con 36 puntos y deja al Celta, quinto, a cinco puntos de distancia.

Pero, antes de este desenlace, el encuentro transcurrió por distintas etapas. La mesura y el equilibrio fueron las tónicas en el primer acto del encuentro. Los planteamientos tácticos presentados por Víctor Sánchez y Marcelino García se basaron en minimizar errores, crear peligro a base de cansar al rival mediante el toque del balón y la búsqueda de los puntos débiles del rival que, al menos en la primera mitad, apenas se dejaron vislumbrar.

El Villarreal, que casi no sufrió cambios con respecto al derbi regional ante el Valencia, mostró su versión de bestia agazapada, a la búsqueda de la ocasión para atacar a la yugular del rival. Marcelino apostó por Rukavina en banda izquierda y por Pina como compañero de Bruno. Por lo demás, mantuvo a los mismos hombres en la parcela ofensiva. Enfrente, un Dépor que demostró el porqué de los halagos que recibe. Bien posicionado, se basa en una defensa con pocas grietas y en una pareja de contención difícil de superar formada por Mosquera y Bergantiños. Arriba, la velocidad de Fajr y el hambre de gol de Lucas Pérez ponen el resto.

Con ambos equipos centrados en apenas conceder espacios a su rival, la primera mitad se desarrolló a la espera de que se desencadenasen las hostilidades. Bruno fue el protagonista, no sólo por el gol que anotó, sino porque mandó en la zona de creación.

Apenas se contabilizaron ocasiones, hasta que llegó el único fallo gallego de los primeros cuarenta y cinco minutos. En un saque de esquina botado en corto por Jonathan, ningún defensa coruñés presionó a Mario. Éste pudo combinar con el mexicano, que metió de nuevo el balón a Mario. Sin marca, el alicantino cedió al área donde apareció el capitán Bruno para batir a Germán Lux.

El submarino había estado atento a su momento y lo había aprovechado. Si mantenía su solvencia defensiva, el partido podía estar ganado y así lo hizo, al menos hasta que llegó el descanso.

Cúmulo de errores

Entonces llegó la segunda mitad y el desquicio. Algo debió suceder en ambos vestuarios, algún mensaje debió cambiar la actitud de los jugadores, porque los dos conjuntos saltaron al campo revolucionados y asumiendo unos riesgos impensables antes del descanso.

El Villarreal acumuló una serie de errores que casi le costaron el partido. Primero Víctor Ruiz, junto a la línea de banda derecha, intentó despejar pero su balón pegó en un hombre del Deportivo. Lucas Pérez, el más listo de la clase, se marchó superando al catalán y a Rukavina. Centró al corazón del área donde Luis Alberto, libre de marca, ajusticiaba a Areola. 1-1 y sólo tres minutos de la reanudación.

Pero es que, en plena locura, los gallegos casi se adelantaron. Lucas Pérez le rebañó el esférico a Rukavina, en una salida de balón, y encaró puerta. Pero le imprimió demasiada rosca a su balón que se marchó fuera. Entre medias, Denis Suárez, en una contra comandada por Soldado, perdonaba el 1-2 ante Lux.

Tras este inicio eléctrico, el Dépor se dedicó a golpear y golpear, en busca de que el Villarreal bajara los brazos. Además, los gallegos reclamaron dos penaltis, uno de Mario sobre Lucas Pérez y otro de Areola sobre Arribas en el remate de un córner, que podrían haber cambiado el sino del duelo.

Tomó algo de aire el Villarreal con la salida de Baptistao, Nahuel y Samu García, pero los locales, en un lanzamiento de falta de Lucas Pérez, pudieron desnivelar el enfrentamiento. Pero, cuando se daba por bueno el punto, el regalo de Fernando Navarro permitía que la alegría fuese amarilla.