Cuenta Pedro Alcañiz que en Castalia, en la década de los ochenta, sonaba una pegadiza canción en su honor. Lo cuenta y la canta en las noches etílicas del pub Waticano, de vez en cuando y casi treinta años después, así que habrá que creerle, dejar que crezca la leyenda del goleador albinegro y sugerir que se adapte la letra a los nuevos tiempos de los orelluts. Porque ayer el Castellón imparable de Kiko Ramírez ganó al esforzado Rayo Ibense como empieza a ser costumbre: el 1-0 letal y definitivo llegó en un balón que bajó el ariete Antonio, centró el extremo Pruden y remató con la zurda Charlie Meseguer.

Era el minuto 89, Meseguer marcó su octavo tanto en nueve jornadas, y lo suyo hubiera sido que desde los fondos emanara la versión siglo XXI del cántico, creciera en trance desde la grada y empapara el campo hasta el final del partido: «Arriba, arriba arriba, arriba con ese balón, que Antonio lo controla, que Pruden lo prepara y que Meseguer mete gol».

Melodías aparte, como ocurriera en la primera vuelta, al Castellón le costó lo indecible superar al Rayo Ibense, que dejó en Castalia desde el primer minuto al último una merecida impronta de equipo bien trabajado. Con la molestia del viento siempre presente, el partido fue feo, arrítmico y, en muchos momentos de la primera mitad, incluso aburrido.

En ese estado, Castalia sabe como nadie encontrar consuelo en lo accesorio, en plan al menos nos echamos unas risas. En la parte final del primer tiempo, sin mucha más historia que una falta lejana que encañonó Carrillo al travesaño y dos manos salvadoras de Álvaro a disparos sabuesos del visitante Pina, ambas tras errores defensivos, la afición albinegra halló la chanza en lo que pudo. A saber, los saques defectuosos del portero Alentado o en el paradón de un hincha en Gol Norte Alto, impecable en la estirada y el blocaje, a un tiro altísimo de Pruden.

Como fuere, se vio más cómodo al Rayo Ibense, bien plantado y sin recular en exceso, combinando fácil y preciso y apenas equivocándose en su guarida, sostenido por un imperial Aitor. El Castellón, probablemente condicionado por el viento, tomó con frecuencia el juego directo como única vía. El plan desactivó a Meseguer, que pasó de puntillas por el primer acto, y redujo la ganancia al barullo. Solo la pelota parada creó peligro: el mentado zapatazo de Carrillo a la madera y un cabeceo alto en boca de gol, aún antes del cuarto de hora, de Castells, tras una falta lateral tocada por Marenyà.

Sin luces, el Castellón funcionaba barriendo la segunda jugada, con la escoba de Marenyà y en torno al tótem Antonio, pero naufragaba en los escasos intentos de anudar cualquier jugada, por dentro o por fuera, apagados también los dos laterales. El juego se atascó más si cabe con los golpes a Pruden y Álvaro y las consiguientes interrupciones médicas. Llegó mejor el Rayo al descanso, entre unas cosas y otras, indemne e inmaculado.

Cambios y sacudida

Con el Castellón a punto de encallar, los cambios sacudieron el segundo tiempo. Debutó Raúl Carmona y fue el revulsivo que se esperaba: el problema es que el brío le duró dos minutos. Kiko dobló apuesta juntando al recuperado Fonte con Antonio, y retrasó a Meseguer con Marenyà en el medio, sentando a Castells, de nuevo justo en lo muscular.

El campo entonces se abrió en canal, con el Castellón cada vez más fraccionado entre los que atacaban y los que defendían. El meta Alentado sacó de un guantazo una rosca de Pruden que se colaba por la escuadra, y Antonio cabeceó al larguero el enésimo centro del incansable Pruden, pero el Ibense, midiendo cambios y amonestaciones, parecía controlar las opciones de éxito local. El Castellón dudaba, y no hay nada peor que eso, instalado en el titubeo constante, entre madurar la jugada con la pareja de centrocampistas, a lo paciente, o buscar el premio gordo con juego directo, con la dupla de la delantera, a las bravas.

Al final, ni una cosa ni otra. Las dos, en realidad. El gol del Castellón llegó en el minuto 89, con una pelota que embolsó y aseó Antonio para la carrera al espacio (por fin) de Pruden. El centro desde el costado diestro lo empujó Meseguer, a pachas con el central, a la esquina contraria del marco. El gol valía tanto como uno podía imaginar, porque sufriendo sabe mejor, y se confirmó victorioso en el descuento, donde el Ibense reclamó penalti por mano de Marenyà. Pero el árbitro no pitó y el Castellón respiró. Ya se sabe adonde mira: «Arriba, arriba arriba...».