Algo no funciona en el Villarreal. Es cierto que el equipo, con su empate de ayer ante el Betis, encadena siete jornadas ligueras sin perder y que, con este punto, se mantiene cuarto con seis puntos de ventaja sobre el Celta. Pero, aunque los números sólo reflejan cosas buenas, el juego y la actitud revelan que existe un problema.

Los amarillos se despidieron de la Copa del Rey ante el Athletic con los suplentes. Se podía admitir que era un accidente, que se había preferido priorizar la Liga. Pero ayer, con toda la artillería sobre el terreno de juego, fueron incapaces de generar peligro y se mostraron impotentes ante un Betis que, ordenadito y limitando los errores al mínimo, rascaron un punto en El Madrigal.

Con un poco más de pegada visitante, igual estaríamos hablando de una derrota preocupante. Pero, aún sin la derrota, la tendencia es a la baja y se corre el riesgo de caer en una dinámica negativa que tire por la borda el trabajo de los dos últimos meses.

Es cierto que el Villarreal lleva semanas sin poder presumir de un gran juego, pero a cambio de sacrificar la estética, el equipo de Marcelino había logrado una efectividad aplastante. Pero ayer, contra el Betis de Merino, ni apareció el juego ni el gen asesino del equipo amarillo.

El primer acto se desarrolló, como viene siendo habitual en los encuentro del submarino, un intenso duelo táctico. El Villarreal, con su once de gala y bien posicionado sobre el terreno de juego, esperaba el error del rival para adelantarse. Y, como se ha convertido en norma, el rival amarillo se presentó como un equipo precavido, consciente de que podía perder más de lo que aspiraba a ganar, por lo que se pertrechó bien en defensa, en busca de alguna salida rápida del balón para que fusilara Rubén Castro.

El desarrollo del partido y de esta crónica podría haber variado por completo si Soldado hubiese anotado la ocasión que disfrutó en el minuto 2. En una combinación amarilla, un pase de Trigueros fue desviado por un defensa. Era el error, la casualidad que el Villarreal buscaba.

La pelota le cayó al delantero valenciano. Solo ante Adán, cruzó en demasía y el esférico, tras estrellarse en el palo, se negaba a entrar en la portería.

El paso de los minutos, en lugar de ver como el engranaje montado por Merino se desmontaba para regocijo amarillo, se encontró con un Villarreal cada vez más incómodo al que el Betis le comía metros. Los sevillanos mostraron más intensidad y actitud de los amarillos que daban la impresión de estar desorientados, incapaces de dar con la tecla para crear juego con fluidez.

Trigueros, Bruno y Jonathan apenas tuvieron relevancia y Denis Suárez, el hecho diferencial del equipo, no entró en juego. Solo la pareja Bakambu-Soldado logró generar algo de peligro. Un pase del valenciano permitió al congoleño darse la vuelta en el área y superar a Pezzella. Su disparo, con un Adán vendido, se marchó fuera. Era el minuto 23 y habría que esperar 22 minutos más para encontrar otra acción de ataque amarilla.

Fue en esta ocasión Soldado, con un centro que se envenenó hasta amenazar con convertirse en gol. Adán se vio obligado a mandarlo a saque de esquina. La desidia de los locales, permitió al Betis frecuentar la portería de Areola más de lo esperado. Rubén Castro reclamó penalti, en el minuto 15, en un jugada personal que terminó con disparo sobre el cuerpo de Areola. En el rechace, el francés le arrebató el balón al canario, pero también le hizo caer en el área tras tocarle en el tobillo.

Trenzaba bien el juego el conjunto verdiblanco y la defensa amarilla se veía superada con excesiva facilidad. Así lo sufrió Víctor Ruiz que vio pasar sin llegar a él un esférico dirigido a Castro. Atento, Mario cerró y evitó el disparo. Con la obligación de espabilar, el Villarreal se encontraba con un descanso necesario ante la deriva del encuentro.

Mejoría insuficiente

El panorama, en la reanudación, no cambió demasiado para el Villarreal. Es cierto que el Betis dio un paso atrás, sabedor de que el físico no duraría 90 minutos si se mantenía la actitud y la intensidad de la primera mitad. Gracias a esto, Trigueros y Bruno gozaron de mayor posesión de balón y buscaron más habitualmente a los hombres ofensivos.

El Villarreal mostró un poco más de ambición e incluso hizo que el Betis retrocediera hasta el área. Pero le faltaba hambre al equipo amarillo, ansia de triunfo lo que desactivaba el peligro real de cualquier ataque local.

Buscó Marcelino más mordiente en ataque con la entrada de Baptistao y Castillejo, por unos inoperantes Bakambu y Denis Suárez. Pero únicamente las acciones individuales o las jugadas a balón parado recordaban que el Villarreal estaba vivo. Soldado pidió penalti en un saque de esquina, Bruno buscó el gol con un lanzamiento de falta desde la frontal y, la más clara, la tuvo el canterano Adrián Marín con una jugada personal. Su lanzamiento se encontró con la pierna de Adán.

El enfrentamiento se deslizó hasta el final ante la impotencia del Villarreal. El Betis, contento por la imagen y satisfecho con el botín de un punto, dejó pasar los minutos y dejó al submarino con la sensación de que debe buscar la intensidad, la alegría y la efectividad que, en algún lugar, se ha dejado olvidada.